Haré una remembranza de lo que
fueron las fiesta patronales de mi pueblo Arismendi para la década de los 70.
El ocho (8) de diciembre comenzaban las festividades religiosas en honor a “La
Inmaculada Concepción”. Las procesiones discurrían por varias de las calles
principales, cada uno con sus velas encendidas; el padre presidia, acompañado
del monaguillo y las personas más influyentes de la comunidad: comerciantes,
ganaderos, maestros y uno que otro
sabio, que por lo general era un bachiller. De Barinas llegaba un conjunto de
música, conformado por cinco a siete personas, cada uno con su instrumento.
Ellos hacían un recorrido por las calles desde las cuatro y media de la
madrugada, despertando a los habitantes con canciones vibrantes y llenas de
sentimiento. Al amanecer regresaban a la plaza Bolívar con muchos seguidores,
que en su mayoría acudían a la misa de la mañana.
Aparte de la música sólo se
escuchaba el ladrar de los perros atormentados por los cohetes y fuegos
artificiales. Para la fecha mencionada no transitaban los carros, ya que los
primeros venidos de la ciudad aparecían a finales de febrero, cuando la
sequía se apoderaba de las llanuras y esteros, de modo que sólo se veían por
las calles de tierra, las bicicletas y algunas carretillas llenas de leña.
Muchos de los visitantes venian por
Guanarito y Camaguán en bongos o fuera de borda; la mayoría eran gentes nativas
que habían partido a la ciudad, buscando mejoras para ellos y sus hijos que debían
seguir estudiando. Aparecían para las fiestas patronales a pagar promesas y a
visitar a sus familias; y luego regresaban a las ciudades que los habían
cobijado. Un día dejaban de venir al pueblo de su nacimiento y no volvíamos a
saber nada más de ellos, hasta que el pueblo los olvidaba o ellos olvidaban el
pueblo.
Existe una anécdota muy sugestiva
de aquella época, referente a Julián Laya, que siempre nos visitaba, hasta que desapareció
y luego apareció nuevamente veinte años después;
entonces nadie lo reconoció, excepto los viejos y compinches de su época.
Muchos incluso, preguntaban que quien era ese ‘Musiú’. A él no le agradó que lo
desconocieran y regresó a la ciudad muy desilusionado. Lo cierto es que jamás volvió a visitarnos, siendo Julián Laya uno de los fundadores de la primera
y única Academia de Inglés en Arismendi. También fue uno de los fundadores del primer
Club Socios Privado. Sin embargo esto no evitó que la gente del pueblo lo
olvidara y lo miraran de reojo. . . en su última visita.
*
Les recomiendo a mis amigos del
mundo visitar la página Web de “La Fundación Mundial para las Ciencias
Naturales”: www.naturalscience.org/es
Mi segundo Blog:
cronicasdearismendi.blogspot.com
Y como un regalo especial los
remito al artículo: “Una Brújula Moral para el Viaje de la Vida”.
Domingo, 07-12-2018
Zordy Rivero, Cronista
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