Rafael Rodríguez, un Inventor de Guadarrama
Rafael Rodríguez, conocido en la amplia geografía Arismendeña por ser un destacado cuentacuentos, nació en el caserío Gavilán, circunscripción de la parroquia Guadarrama del estado Barinas, el 08 de agosto de 1952. Hijo de Gregoria Ramona Rivero Herrera y Rafael Rodríguez Venero, ambos difuntos. Sus hermanos: Adela, Reinaldo, Gregoria del Carmen, Adhely, Zordy y Moraima Rivero. Todos vivos excepto Adela. Ya viviendo en Arismendi, empezó sus primeros estudios en el Grupo Escolar Nacional “Unión”; ahora “María Torrealba de Ochoa” el año de 1961. Al culminar el sexto grado en 1967, y no teniendo recursos para continuar sus estudios en la ciudad, optó por visitar a su padre en Guadarrama, don Rafael Rodríguez, en busca de ayuda. El padre sólo le ofreció trabajo en la finca y le dijo que con estudios nada más no se vivía. Viendo ésta puerta cerrada, Rafael dirigió sus pasos hacia San Carlos, donde pudo ingresar en el Centro de Formación Agropecuaria (INCE), permaneciendo allí dos años. Egresa en 1970 como Técnico Agropecuario (Agricultor y Criador Calificado). Recibió clases relacionadas con la agricultura, ganadería, apicultura, cunicultura y horticultura; además de la infinidad de cursos que logró aprovechar, incluyendo el de electricidad.
Rafael Rodríguez, conocido en la amplia geografía Arismendeña por ser un destacado cuentacuentos, nació en el caserío Gavilán, circunscripción de la parroquia Guadarrama del estado Barinas, el 08 de agosto de 1952. Hijo de Gregoria Ramona Rivero Herrera y Rafael Rodríguez Venero, ambos difuntos. Sus hermanos: Adela, Reinaldo, Gregoria del Carmen, Adhely, Zordy y Moraima Rivero. Todos vivos excepto Adela. Ya viviendo en Arismendi, empezó sus primeros estudios en el Grupo Escolar Nacional “Unión”; ahora “María Torrealba de Ochoa” el año de 1961. Al culminar el sexto grado en 1967, y no teniendo recursos para continuar sus estudios en la ciudad, optó por visitar a su padre en Guadarrama, don Rafael Rodríguez, en busca de ayuda. El padre sólo le ofreció trabajo en la finca y le dijo que con estudios nada más no se vivía. Viendo ésta puerta cerrada, Rafael dirigió sus pasos hacia San Carlos, donde pudo ingresar en el Centro de Formación Agropecuaria (INCE), permaneciendo allí dos años. Egresa en 1970 como Técnico Agropecuario (Agricultor y Criador Calificado). Recibió clases relacionadas con la agricultura, ganadería, apicultura, cunicultura y horticultura; además de la infinidad de cursos que logró aprovechar, incluyendo el de electricidad.
Con el título en mano, Rafael regresa a su pueblo natal y
acude a la finca de su padre, en el Gadín, con la intención de poner todo aquel
bagaje de conocimientos en práctica; sólo que el padre no quiso aceptar
innovaciones en sus predios, quizás por no estar acostumbrado a invertir o por
miedo a lo nuevo. De modo que se dirige a la ciudad de Valencia, donde empieza
a trabajar de manera ocasional. Apenas cumplió la mayoría de edad ingresa a la
General Electric, la famosa compañía Americana de electrodomésticos. Dos años
después es reclutado en San Carlos y es llevado al cuartel de Naguanagua donde
es juramentado a los pocos días. Finalmente prestará el servicio militar en el
Batallón Justo Briceño de Mérida, a la orilla del río Chama. De allí sale con
el grado de Sargento Primero.
Ya libre, vuelve a Arismendi, donde le ofrecen el cargo de
Comandante de la policía de Guadarrama. Sólo duró seis meses; no le gustó y
renunció. Ingresa a la CADAFE, en Guadarrama, donde trabajó dieciséis años,
pidiendo la baja debido a que presentaba deterioro de su salud debido a la alergia
al gasoil.
Rafael Rodríguez
Este verano de 2015 en Guadarrama, Rafael confeccionó un
apagador de bombillos con una jeringa desechable de 3 ó 5 ml. El procedimiento
es el siguiente: Después que se tiene la
jeringa en la mano, extraemos totalmente el émbolo, tomamos la primera guía
(cable) y la introducimos en el extremo de la aguja; se le hace un nudo para
que no salga; la otra guía se pasa por el otro extremo y también se le hace un
nudo; se introduce el embolo con presión y las dos puntas de cables quedan
frente a frente. Al empujar el émbolo se prende el bombillo y al jalarlo se
apaga. ¡Muy sencillo y funcional! Si desean ver muestra de este apagador
económico, acudir a la casa de Moraima Rivero en Arismendi.
Apagador
Pero a Rafael Rodríguez se le conoce mejor como
Cuentacuentos Oral -género muy difundido en el Llano-, alegrando a la gente en
las reuniones, fiestas, velorios y en las esquinas de cualquier pueblo de los
tanto que recorre en su diario devenir. Les dejo una pequeña muestra de dos
cuentos de nuestro creador:
Los Monos, el Hombre y el Conuco
Tenía yo un conuco en
la orilla del río Portuguesa, en Guadarrama, en una zona muy fértil. A entradas
de aguas sembré una tabla de maíz que se levantó de lo más hermosa. Apenas
comenzó el maíz a cuajar, aparecieron
los monos en bandadas, robándome la cosecha. Viendo la urgencia del caso partí
a Calabozo. Me compré cuarenta y ocho pares de alpargatitas de esas que usan
los choferes en el retrovisor de sus carros. Ese mismo día por la tarde regresé
a casa. En el conuco, acompañado de mi hijo Gustavo esperamos sentados bajo la
sombra de unos guásimos, a que llegaran los monos. Al poco rato aparecieron.
Nos miraban desde lo alto, con curiosidad. Saqué de un morral dos pares de
alpargatas y nos las calamos, lentamente, para que vieran nuestra actuación;
luego tomé la marusa y se las lancé cerca de unos carutos. Bajaron a revisar.
Cada uno tomó las suyas y se las fue colocando en los menudos pies. Cuando completaron su labor corrimos tras ellos y
los agarramos tratando de subir los árboles. Resbalaban y caían en el saco que
les colocábamos debajo; luego amarramos los sacos, los metimos en una canoa,
y los llevamos al otro lado del río. No regresaron a molestarnos durante
ese año.
El Burro Cazador
Una tarde salí de
cacería en mi burro mohíno. Entré en la montaña, en una zona donde abunda el
picure y la lapa. Me llevé la escopeta y un par de cartuchos. En la enjalma
amarré varias mallas llenas de frutas: mangos, guanábanas, lechosas. Tomé
algunas y las coloqué cerca del sitio de cacería. Durante una hora estuve
velando, pero no llegó ninguna presa. Un poco aburrido fui a buscar mi
cantimplora. Mi sorpresa fue grande cuando miré un picure muerto entre las
patas del burro. Pensé: caray este animal es mejor cazador que yo. Tomé la
presa y regresé a casa. Ese día lo recompensé con paja y melaza. Desde entonces
él caza por mí. Deja que los animales suban
a comer y al momento de bajar los patea en la cabeza.
Rafael Rodríguez Rivero
*
A mis lectores
del mundo les recomiendo visitar la página Web de “La Fundación Mundial para
las Ciencias Naturales”: www.naturalscience.org/es
Mi segundo
Blog: cronicasdearismendi.blogspot.com
Y como un
regalo especial los remito al artículo: “Una Brújula Moral para el Viaje de la
Vida”.
Arismendi, 22-06-2015
Zordy Rivero, Cronista