Humor Sano
Este mes de octubre
tuve la oportunidad de viajar al oriente del país. Encontrándome en el centro
de la ciudad de Puerto la Cruz, me preguntó una señora, luego de mirarme
detenidamente a la cara: —Señor, ¿cuántos años tiene usted?
—Creo que estoy
llegando a los mil años… —respondí muy tranquilo.
—¡Vaya! Usted tan
viejo y no se enseria —dijo en un tono molesto.
—Disculpe, señora,
creo que exageré un poco… apenas llego a los quinientos.
La señora, ahora
sí, completamente molesta me dio la espalda, retirándose mientras hablaba
consigo misma.
Yo me quedé un rato
más en el lugar, saboreando una risita de satisfacción.
*
Me cuenta mi amigo Pedro
B. que estando en la plaza Bolívar de su ciudad natal, se le acercó a un señor
que se encontraba sentado en uno de los bancos.
—Señor, por favor ¿usted
no ha visto al pastor evangélico que predica en esta plaza? —El hombre se quedó
mirando a Pedro en silencio—; uno que tiene una pinta de loco.
—Está hablando con él —dijo el hombre arrugando
la frente; entonces mi amigo miró que tenía una Biblia sobre sus piernas.
—¡Ah! Mucho gusto,
yo también soy predicador y quería conocerlo, a ver si me podía dar un chance
para dirigirme a mis hermanos.
El pastor, viendo
que mi amigo no cargaba la Biblia, se levantó y llamó a toda la concurrencia,
que en su mayoría eran personas mayores.
—¡Escuchen, hijos
de Dios! ¡Acérquense acá! —dijo en voz alta—. ¡Este hombre me acaba de llamar
loco! Vengan para que lo conozcan. —Los ancianos empezaron a acercarse,
acomodando sus garrotes y bastones; y mi amigo Pedro, sin esperar mucho, emprendió la
huida.
Ante la algarabía, un
policía lo detuvo, pensando que era un carterista. Mi amigo le explicó lo sucedido
y el policía se echó a reír.
—Es mejor que siga
corriendo hasta que los pierda de vista —dijo sin parar de reír.
Zordy Rivero