domingo, 21 de febrero de 2021

HISTORIA DE MI VIDA 1

 Nacimiento

Yo, Zordy Coromoto Rivero vine al mundo una madrugada del 19 de mayo de 1959 en el pequeño pueblito de Arismendi, distrito del Estado Barinas —denominado ahora municipio. No hubo ninguna señal que indicara que sería un niño dotado de cualidades especiales; al contrario, tan normal como el común de los niños de esa época. La partera fue Manuela Abreu, enfermera del Dispensario, quien después sería mi madrina de bautismo. Apenas nací caí enfermo, entonces ella le dijo a mi madre que se encargaría de mí. Me llevó a su casa para atenderme mejor y me encomendó a la Virgen de la Coromoto. Si me salvaba llevaría el nombre de la Virgen y yo sería su ahijado. De allí surgió mi segundo nombre.

A lo largo de mi vida no faltó quien me preguntara sobre el origen de mi primer nombre. A una temprana edad le pregunté a mi madre y ella me respondió: “Se lo debes a una comadre que tu no conociste, y que se destacaba por inventar nombres raros”. De modo que los pocos entendidos me han llamado: Zordera, Sordo, Sordito. Ahora, cuando viajo y solicitan mi nombre, doy el de Coromoto. Ninguno me ha pedido que se lo repita.

Mi madre, Gregoria Ramona Rivero Herrera, hija de Macario Rivero y Juanita Herrera, habitantes de Guanare Viejo. Mi padre, Antonio Carrasquel. Sin embargo, debido a contrariedades de la vida que nunca llegué a entender, la relación con mi padre fue muy esporádica, hasta convertirnos, en una edad adulta, en desconocidos, pues, si llegamos a conversar una hora  en cuarenta años, sin exagerar, fue mucho. De modo que hablaré muy poco de él en esta historia de mi vida.

Mis hermanos por la línea materna, de mayor a menor, son: Adela (difunta); José Reinaldo; Gregoria del Carmen; Rafael Adolfo; Adhely Ramón, Zordy Coromoto y Moraima Josefina.

Arismendi, 21-02-2021

Zordy Rivero, Cronista



jueves, 18 de febrero de 2021

CARVATIVIR, UNA ALTERNATIVA EFECTIVA PARA EL COVID-19

Existe una vieja leyenda sobre una pandemia ocurrida en la Edad Media, sólo que en aquella época la llamaban peste. Hubo tantas muertes en una de las tantas ciudades europeas, que los vivos no se daban abasto para enterrar a los muertos, por lo que el Alcalde se presentó en la cárcel para proponerle a los presidiarios que si ayudaban en la labor de entierro, al final de la peste, saldrían libres.

Los presos escucharon en silencio la tentadora propuesta. Comprendían que mientras estuvieran encerrados, su salud y sus vidas estarían resguardadas, pues la enfermedad no había invadido el recinto carcelario. Extraña e inexplicablemente dos hombres dieron varios pasos hacia adelante hasta quedar frente a Alcalde, ofreciéndose para la labor solicitada. Sin pedir explicaciones, el hombre de gobierno se los llevó para ubicarlos en un lugar seguro. Durante meses aquellos dos hombres cumplieron la pesada y penosa labor de enterrar muertos, sin tregua ni descanso, hasta que la peste desapareció. Sí, un día ya no hubo más muertos ni más entierros, o al menos no con la magnitud con que venían ocurriendo.

Esperanzados se dirigieron a la oficina del Alcalde para obtener su credencial de liberación. Pero antes de estampar la firma y sello, el hombre de gobierno les preguntó que cúal era el secreto —si lo había— que los hizo inmunes a la peste.

—Hace años —dijo el más viejo— estuvimos trabajando en una ciudad de Arabia, y allí un yerbatero del lugar nos regaló una formula prodigiosa que, por sus propiedades, nos apartaría de las enfermedades y dolencias. La misma consistía en echarle una cabeza de ajo machacada a un litro de vino, dejarlo macerar, y luego tomar una copita cada mañana, diariamente; y es lo que hemos estado haciendo desde que se presentó la peste.

—Pueden irse. Son libres —dijo el Alcalde entregándoles un pergamino a cada uno—. Si yo hubiese tenido esa fórmula a mano, quizás hoy todavía conservara mi familia… pero nunca es tarde.

Se ha dicho en reiteradas ocasiones que toda la medicina curativa se encuentra en la naturaleza, y es cierto, sólo que el conocimiento de parte de la población sigue siendo muy menguado, y lo seguirá siendo hasta tanto no nos avoquemos a aprender esa sabiduría ancestral, que vive y espera en la Naturaleza, y que se perdió por descuido y comodidad de muchos.

 

*

Casi a finales del año 2020 el presidente de la República, Nicolás Maduro, presentó a los venezolanos (en cadena de radio y televisión) un remedio elaborado con plantas medicinales —que según él— era capaz de curar el Covid-19. Lo llamó Carvativir o “las gotas milagrosas”, y cuyo ingrediente principal es el Tomillo.

Cito el libro de Adolfo Pérez Agustí: Las 200 Plantas Medicinales más Eficaces:

“TOMILLO:

Composición: Linalol, terpineol, timol, geraniol, carvacrol, flavonoides y ácidos fenólicos.

Usos Medicinales:

Es el mejor antibiótico natural disponible. Es estimulante, balsámico y carminativo. Eficaz en infecciones de vías respiratorias, especialmente amigdalitis, enfisema, bronquitis y tos irritativa. Insuficiencia biliar, digestiones lentas, gases intestinales, parásitos y falta de apetito. Estimulante nervioso y cerebral, cansancio. Externamente para curar infecciones de piel, vaginitis, estomatitis y contra la caída del cabello.

Otros Usos:

Es el antibiótico de elección en la homeopatía, reforzando incluso el sistema inmunitario e impidiendo las recidivas.

Toxicidad:

No tiene toxicidad”.

El otro componente es el Orégano, de cuyas múltiples propiedades medicinales se destacan: buen expectorante, aconsejado en los catarros crónicos de bronquios y en el asma. Es un excelente tónico.

Como se podrá observar, estas potentísimas plantas reúnen todas las propiedades de un remedio excelente, y quien tenga la facilidad de usarlo se librará de muchas enferemdades que afectan a la población mundial, especialmente del COVID 19.

Cuando hacemos un poco de historia, en especial la relacionada con la historia de la medicina, nos damos cuenta que llegar a una edad avanzada, en aquella época primigenia, era un privilegio casi reservado para los que poseian conocimientos de plantas medicinales, o los que podían pagar dicho conocimiento. Era un saber casi exclusivo de unos pocos hombres sabios o chamanes, como se les llamaba y conocía entonces. Siempre en las comunidades hubo un sabio o experto en medicina herbaria, que garantizaba la salud y bienestar de la población. Hacia allá tendrermos que volver, al conocimiento de la medicina de nuestros ancestros y su utilización para el bien común. 

El hecho de que el presidente de la República haya hablado de la Medicina Natural, ha contribuido a que muchas personas empiecen a investigar y estudiar sobre la materia que estamos tratando, y debemos destacar que esta sabiduría no es privilegio de unos pocos, sino de todo el que esté dispuesto a aprenderla —hasta poseerla—, más en momentos de necesidad, como son los actuales.

La mejor Medicina es la Preventiva y eso significa ir a la raíz del problema. Desde el comienzo de los tiempos hemos convividos con los virus, bacterias y demás microorganismos que pueblan el Planeta Tierra, pero en el caso específico del virus del COVID-19, fue el hombre quien causó su mutación genética —haciéndolo agresivo— a través de la radiación electromagnética del G-5, última tecnología relacionada con la telefonía celular. No es raro que la enfermedad mortal haya aparecido en la ciudad de Wuhan, donde ya se habían instalado 10 mil antenas de las 130 mil en todo el país, y desde allí se propagó a Corea del Sur, Italia y el mundo entero. Desde el inicio de la pandemia el virus ha seguido mutando, y lo seguirá haciendo hasta tanto se desista de imponer esta tecnología diabólica, que no sólo afecta a los virus, sino también las abejas, los animales, el ser humano y todo lo que tenga vida, pues ya sabemos que la primera causa del cáncer de mama está relacionado con la radiacion electomagnética emanada de los telefonos celulares.

Nada es casual, y cuando comencemos a tomar conciencia de que nuestra realidad la hemos creado nosotros mismos, entonces empezaremos a cambiar esa realidad, que en los momentos actuales se presenta tan cruda y despiadada. Nosotros nos la impusimos y sólo nosotros podremos hacer que desaparezca.

Para los lectores que deseen saber y entender más sobre esta realidad del COVID-19 y otros tópicos de salud, los remito a la página Web de “La Fundación Mundial para las Ciencias Naturales”: www.naturalscience.org

Arismendi, 18-02-2021

Zordy Rivero, Cronista