martes, 29 de marzo de 2016

CRÓNICAS

Nuestros Ancestros

Hace unos dos años, mientras revisaba algunos papeles antiguos en la Cámara municipal de Arismendi, me topé con una libreta del año 1906. Su color amarillento inducía a tratarla con especial cuidado para evitar su deterioro, producto de más de cien años de existencia. Era una libreta escrita por el secretario del Concejo de aquella época y destacaba la participación de uno de sus concejales: Eleuterio Herrera. Este personaje participó en la fundación del pueblo de Arismendi, y fue mi tatarabuelo por la línea materna.
 
Eleuterio Herrera fue el padre de Juanita Rivero (mi abuela), madre de mi señora madre: Gregoria Ramona Rivero Herrera. Juanita se casó con Macario Rivero, un indígena que se hizo cacique en la zona o caserío de Guanare Viejo, a unos doce kilómetros de Arismendi. Su autoridad era tan determinante que cuando Macario emitía una sentencia o conseja era tomada al pie de la letra. Ejemplos: Si una pareja de enamorados deseaba casarse, el visto bueno de Macario era decisivo; si un matrimonio deseaba levantar una casa con su respectivo conuco, la opinión del líder contaba. Este proceder lo llevó a granjearse el aprecio y amor de la gente de la comunidad, pero a la vez, muchos enemigos; hasta que uno, descontento por un juicio del cacique, decidió cortarle la vida cuando andaba en su burro, solo, en el monte.
 
La herencia del liderazgo de Eleuterio y Macario la hemos recibido varios de sus descendientes, destacando en distintas actividades de la vida social de nuestro País. Rafael Rodríguez Rivero, ejerció en la Parroquia Guadarrama como prefecto, hasta su jubilación; Adhely Rivero, poeta reconocido nacional e internacionalmente, ocupó en sus últimos años el cargo de director del departamento de literatura en la universidad de Carabobo, hasta su jubilación.  Quien les escribe, ejerció de médico en varios Ambulatorios de la geografía llanera, hasta mi retiro el año 2014. Reinaldo Rivero, hijo (mi sobrino) ejerce la política, la docencia y el derecho en Arismendi de manera satisfactoria, con honestidad y cordura.


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Les recomiendo a mis amigos del mundo visitar la página Web de “La Fundación Mundial para las Ciencias Naturales”: www.naturalscience.org/es
Mi segundo Blog: cronicasdearismendi.blogspot.com
Y como un regalo especial los remito al artículo: “Una Brújula Moral para el Viaje de la Vida”.

Valencia, 29-03-2016

Zordy Rivero

sábado, 5 de marzo de 2016

MIS EXPERIENCIAS EN LA MEDICINA IX

El recuerdo de Marcos Lucena siempre es grato a mi memoria. Lo conocí cuando yo tenía unos seis años y él, para el momento, pasaba de los ochenta. Apenas recién graduado ejercí la medicina en mi pueblo. Era el invierno de 1991. Un día apareció don Marcos a mi consulta muy desmejorado de salud. Recientemente había viajado a Valencia a verse con un médico Internista. Este le había indicado una dieta muy estricta que lo estaba matando de hambre. Me dijo: “me prohibieron comer carnes rojas, harinas, granos, mantequilla, frituras, refrescos, azúcar refinada…”. Le indiqué que comiera todo lo que le habían quitado. Como se negaba a creerme tuve que repetírselo varias veces y gritarle al oído: Coma todo lo que le venga en gana, pero no abuse. Entonces sí me entendió. Le explique que en un pueblo como Arismendi era muy difícil hacer ese tipo de dietas, a menos que tuviera dispuesto a morir de hambre. Si le ponen un plato de cochino frito, cómase sólo tres presitas, que es lo que su cuerpo necesita, es decir, reduzca los alimentos a su mínima cantidad. Si se comía un plato de espagueti con huevos, ahora cómase la mitad.
Le conté el cuento de los dos hermanos. Uno comía carne y el otro no, y se dio el caso que murieron el mismo día. El diagnóstico del médico fue: ‘Uno murió porque comía mucha carne y el otro porque no la comía’. Finalmente le dije a don Marcos que moderara el consumo de café y el vicio del chimó.

El paciente, con la nueva dieta, recuperó la salud en pocos días. Al año siguiente me pidió permiso para visitar al internista, por sugerencia de la familia. Le dije que lo podía hacer pero que al regresar me visitara para revisar el nuevo tratamiento. También le recomendé que no le dijera a su médico de Valencia que yo le había cambiado la dieta. Apenas regresó de la ciudad, me visitó. Me dijo muy apesadumbrado: Le tengo una mala noticia: El internista que me puso la dieta de no comer nada, murió. Lo siento mucho -dije-. Seguramente él seguía la misma dieta que le impuso a usted.

Don Marcos Lucena murió a los 104 años, en Arismendi, agobiado por el peso y los achaques de una edad avanzada. Pero hasta el día que dejó este mundo terrenal no volvió a enfermar. 
Zordy C. Rivero