miércoles, 9 de noviembre de 2022

DIARIO DE SUIZA 2

Lunes 24

Temprano abandonamos el hotel con maleta y todo, en compañía de Karin y su esposo Hans, quienes nos llevaron a Juan de Dios y a mí— al Lago Brienz. El recorrido fue de 110 kilómetros. En el camino hicimos una parada en una estación de servicio; yo aproveché para comprar un par de chancletas y Juan de Dios una correa para reponer una dañada. Nuestros amigos no nos permitieron pagar, a pesar que insistimos. La siguiente parada fue en un estacionamiento, aledaño al Lago Brienz, cuyas aguas de un azul intenso, son únicas en el mundo. Nos tomamos fotos muy cerca de un arroyo rápido, que hacía mucho ruido. Apenas comenzamos a bajar y empezó a llover, por lo que tuvimos que refugiarnos en un hotel desde cuya platea se podía ver una gran extensión de aguas tranquilas, silenciosas. Me sorprendió ver en el centro del estuario un círculo gigante de un color rosado intenso que se mantuvo así durante toda nuestra permanencia en el lugar. En la medida que pasaban los minutos, el círculo adquiría distintas formas, pero sin apartarse del lugar.

Al lago Brienz lo nutren cascadas perennes; al menos nosotros vimos un riachuelo cristalino, bajando de la cima de una montaña. Allí nos tomamos varias fotografías antes de que apareciera la lluvia. Serranías altas lo rodean y en sus orillas se notan casas salpicadas, aquí y allá. Siendo un lugar turístico no es raro la abundancia de viviendas cercanas a sus orillas. Nadie que viaje a Suiza puede dejar de visitar este hermoso y mágico lago.

Después de tomar varias fotografías, entramos al restaurante del hotel con la intención de almorzar, pero debido a que viajábamos con un perrito de compañero, por las muestras y señas noté que no estaba permitido la permanencia de animales en el lugar.  Sin embargo, quien nos atendió nos llevó a una amplia sala con vista al Lago, donde sí se permitían animales. Nuestro servidor, al llevarnos el menú, nos indicó que para ese día habían colocado cortinas nuevas, de un rosado exquisito. Ya acomodados en la mesa cada uno eligió un plato a su gusto. Yo pedí un pollo en salsa que estaba delicioso, acompañado de un vino tinto excelente. Ya, concluida la comida, nos tomamos en la sala varias fotografías. Luego emprendimos el regreso a la ciudad bajo una lluvia menuda pero persistente. Mientras nos dirigíamos al auto recogí varias piedritas: un encargo de mi amiga Adriana Gallardo de Caracas, quien me hizo esa petición en Maiquetía: “Si visitas el Lago Brienz, tráeme, aunque sea una piedrita, Zordy”.

Cayendo la noche llegamos a la ciudad. Paul me esperaba en la oficina de “La Fundación Mundial para las Ciencias Naturales”. Me condujo a su casa, en una hermosa zona residencial de Rotkreuz. Juan de Dios continuó hacia el aeropuerto en compañía de nuestros servidores, Karin y Hans.

Tuve la ocasión de conocer a Elisabeth, la esposa de Paul, quien lo acompaña en una casa un tanto grande para dos personas. Son una pareja muy sencilla. También conocí al juguetón perro Kimo, quien se hizo mi amigo al instante. Paul me señaló un cuarto y dijo: Esta será tu habitación. 

Zúrich, 09-11-2022

Zordy Rivero