miércoles, 30 de diciembre de 2015

MIS EXPERIENCIAS EN LA MEDICINA VII

La honestidad fue uno de los motivos que me impulsaron a dejar mi trabajo de médico en el Ambulatorio de Arismendi el año 2014. Los pacientes deshonestos nunca pudieron conmigo. Con el pasar de los años fui adquiriendo la habilidad de distinguir con una simple mirada a la persona enferma de las sanas, de modo que resultaba muy difícil que me mintieran. Apenas entraban al consultorio y ya yo sabía su estado de salud. Muchos se sorprendían cuando les preguntaba que desde cuándo sentían el mareo, dolor o molestia que los aquejaba. Respondían ¿acaso usted es adivino o brujo? Pero no existe ningún misterio en lo que he dicho. Comencemos por la parte más fácil: lo que uno aprende en la escuela de Medicina y que tiene que ver con la observación como un arte, avalado por la experiencia. Me explico, si uno mira a un paciente muy pálido puede hacernos pensar en anemia o una enfermedad de la sangre; si cojea es posible que sea a causa de la artritis, como también debido a una caída; en fin, el paciente nos regala, sin saberlo, una serie de datos que vamos atando con otros elementos hasta dar con un diagnóstico, que se puede ratificar, o en algunos, descartar con exámenes de laboratorio. Debo destacar que, en mi caso particular, yo nací y ejercí en Arismendi y ese hecho me da una ventaja, como es, la de conocer a la mayoría de sus habitantes.

Cada ser humano posee en su corazón una luz, ubicada en la aurícula izquierda, que nos calienta y nos da vida. El Maestro Jesús la llamó el Hijo del Hombre, el Consolador o el Cristo Interno. De este Cristo emana una llama triple que nos ilumina, siempre y cuando vivamos una vida buena y sensata. Cuando la persona está enferma esa luz o llama nos habla y dice mucho de la enfermedad y el paciente. El Cristo brilla por si solo en una persona sana y la vibración de esa luz de Dios en nuestro corazón nos puede entregar toda la información del enfermo, si se lo preguntamos. El Maestro Jesús, que era Uno con el Cristo (Uno con esa Luz de Dios en nuestro corazón), dijo: “No llaméis a nadie maestro porque ustedes tienen su propio Maestro que es su Cristo Interno”. De manera que no estoy inventando nada. Sólo hablen con Él y verán los resultados de manera rápida, porque además les digo, este Cristo tiene la facultad de curar si se lo piden con amor.

Arismendi, 30-12-2015
Zordy Rivero, Cronista

miércoles, 2 de diciembre de 2015

MISTERIOS DEL LLANO V

En la medida que los individuos se hacen uno con la Naturaleza y sus habitantes: árboles, animales, insectos... se notará que ciertas criaturas buscan lugares armónicos, equilibrados y solitarios para vivir. A través de la observación se podrán leer esas señales. En los lugares donde las avispas hacen sus casas, son espacios adecuados para encontrar esa paz que muchos andamos buscando. Estos insectos miden la vibración positiva que impera, repitos, en casas y lugares solitarios.
También es una buena señal ver nidos de pajaritos en patios y solares, ya que es un privilegio tenerlos como huéspedes y gratos visitantes, sabiendo que en otras circunstancias no lo harían, es decir, en un ambiente inarmónico.
En los momentos actuales, con el aumento del nivel de consciencia de la población, muchos han implementado comederos de pajaritos, acompañado de su respectiva agua. Antes se hacía en las plazas públicas, pero ahora se ha extendido y popularizado en muchos hogares.  Asistir a estos visitantes alados es una muestra de elevada consciencia ecológica, que al final se traduce en abundancia de bienes materiales, que incluso, nos permiten compartir con nuestros semejantes y con estos pequeños hijos de Dios.
Aunque muchos no lo crean, la abundancia en nuestras vidas está relacionada y en correspondencia con la riqueza de la vida natural en nuestro entorno; llámense árboles, insectos, pájaros, mariposas, reptiles, etc.
Les pondré un ejemplo: Cuando visiten una casa y vean jaulas con pajaritos, gallos o, perros flacos y enfermos, y a los dueños bien nutridos, pueden deducir sin temor a equivocarse, que esas personas que allí viven son muy infelices, y se mantienen en perennes problemas, sean estos económicos, de salud, dinero o familiares. De hecho, las personas que esclavizan o maltratan a estas criaturas de Dios son las más infelices del planeta.

Arismendi, 02-12-2015
Zordy Rivero,  Cronista