Viernes 28
Paul y yo salimos temprano de casa, y después de un recorrido de 40
kilómetros llegamos a la residencia de Vera María y su esposo. Nos esperaban,
de modo que bajamos del auto a saludar a su esposo, y Paul a entregarles una
andadera para su nieta. Volvimos sobre nuestros pasos con Vera María y su hija
Sol Victoria, de seis meses de edad. Cuando empecé a pensar en el destino del
viaje, Paul me dijo que iríamos a Einsiedeln, donde existe una Iglesia antigua
y un monasterio Benedictino. La temperatura estaba sobre los 15° centígrados y
tuve que aceptar un par de guantes de mi amigo, para que no se me enfriara el
cuerpo excesivamente, y de ese modo evitar una hipotermia. Entramos a la
Iglesia y me pareció impresionante por las innumerables figuras humanas y de
ángeles, llamativas, incrustadas en distintos lugares de sus monumentales
columnas y paredes. En la parte central de la Iglesia se destaca una Virgen
negra, hermosamente ataviada y a decir de Paul, posee muchos devotos en el
país.
En el interior se debe permanecer en silencio, por respeto a las
personas que se encuentran rezando o haciendo plegarias. Bajamos una escalera
hasta llegar a un espacio más privado, donde se casaron dos amigos nuestros,
Peter y Rita, a quienes yo les debo en gran parte este viaje. Allí permanecimos
un buen rato, sentados, imaginando la ceremonia de hace muchos años atrás. Al
salir fuimos a una panadería a tomar café, acompañado con un pan delicioso de
la localidad. Paul me contó sobre el origen del nombre de su hija. “Cuando ella
nació en casa, como un parto natural y normal, la partera se quedó impresionada
al mirar la placenta, cuya forma era igual a la de un corazón, y sabiendo que
ese era el símbolo de la Madre María, decidieron llamarla Vera (verdadera)
María. Y en verdad que Vera María es un ser muy especial por su trato sencillo
y humilde, adornado de una sonrisa que siempre aparece a flor de labios.
Estoy orgulloso de la amistad que me une a estos seres especiales.
Vera María es una partera profesional, y mientras conversábamos me dijo que en
cuanto su hija estuviera un poco más grande, empezaría a estudiar, a realizar
una maestría en la universidad, la cual le permitiría dar clases a nivel
superior. Sabiendo que es una apasionada del Parto Natural —ella misma parió en
su casa—, le propuse que, posterior a su especialización me gustaría compartir
con ella la autoría de un “Manual Práctico de la Partera”. Ella sólo sonrió y
en ese momento le pedí a Dios que me diera suficientes años para realizar ese
sueño. Recordé a mi hija Yelitza, quien en momentos parecidos me dice: “Soñar
no cuesta nada, papá”, pero yo ahora recuerdo un refrán muy conocido en mi
tierra: “Amanecerá y veremos”.
Caminamos hacia un negocio que venden todo tipo de recuerdos con
sentido espiritual; desde una cruz, libros, rosarios, música, hasta envases de
vidrios para llenarlos con agua curativa.
Yo compré siete medallas con la efigie de un Santo, cuyo poder de
protección es muy conocido en la zona. Al igual que en otras ocasiones Paul no
me permitió pagar. Me dijo: “No te preocupes, Zordy, tú eres mi Banco”.
Finalmente atravesamos el monasterio, rodeado de caballos
corpulentos con caras de sueño. Subimos una cuesta hasta llegar a una plazoleta
con la estatua de San Damiano. Nos tomamos varias fotografías. Al fondo y bien
abajo se mira un lago, en cuyas aguas se pasean embarcaciones menudas.
De regreso a casa le dije a Vera María que le dijera a su padre que deseaba
escribir una biografía suya. La respuesta de Paul fue que lo que verdaderamente
tenía que realizar en su vida todavía estaba por hacerse… lo vislumbraba en el
futuro. Aunque a mi modo de ver ya ha hecho bastante por el planeta Tierra, a
través de “La Fundación Mundial para las Ciencias Naturales” desde hace ocho
años. Y con la apasionada dedicación a su trabajo, sé que logrará cualquier
proyecto que se proponga.
Paul es un ser muy humilde y sencillo, digno de imitación. Que ¿cómo lo ha logrado?; quizás a través del estudio, de las experiencias de su ya larga
vida, o del silencio que dice más que las palabras.
Zordy Rivero