viernes, 31 de agosto de 2018

UN TROZO DE MI VIDA IV


Creo que ya he dicho en algún momento que lo que uno decreta es ley, sobre todo si ha sido dicho con un gran sentimiento, con una gran convicción que surge de nuestro interior. Ahora lo sé, pero hubo una época en que ignoraba esta máxima. No comprendía que a diario estamos escribiendo nuestra realidad, o como gustan decir algunos, nuestro destino; recordemos que “lo que circula vuelve”. Lo que sale de mi lleva mi calificación y por lo tanto regresa a mí con esa misma calificación o energía: así que tengamos cuidado con los pensamientos que salen de nuestra mente, porque ellos volverán a su creador algún día. En lo que pensamos y sentimos, en eso nos convertimos.


Cuando egresé de la universidad de Carabobo en 1991, con el pomposo título de médico cirujano, juré y me hice la promesa —con un gran desencanto en mi corazón— que jamás volvería a una universidad a menos que fuera de visita. Mi decepción era grande debido a que  padecía de una ulcera estomacal, que luego me cure con la Terapia Neural. Sufrí mucho durante  mis estudios, debido a que no podía proveerme de los medios para seguir adelante con una carrera tan exigente, donde uno no se podía permitir un trabajo remunerativo como alternativa. Provengo de una familia pobre, pero no faltaron los amigos que siempre me tendieron una mano en los momentos difíciles. Mi agradecimiento hacia ellos, en especial, a la familia Cárdenas-Valdez de Arismendi.


Recién titulado de medico mis colegas de San Carlos me encomendaron la edición de una revista médica; desistí de asumir esa responsabilidad porque eso llevaba implícito la idea de continuar estudios a nivel superior; a así sucesivamente me hice refractario —sin proponerlo— a todo lo que fuera estudios universitarios. Entonces hice mis estudios de mejoramiento a través de otra modalidad: Curso por correspondencia que me enviaban de España y que duraban un mínimo de tres años: Hipnosis Clínica; Terapia Neural y Psicología. Además seguí escribiendo narrativa de manera indetenible. Es decir me hice autodidacta, y aún lo sigo siendo.


Entonces, cuando decretas algo de lo cual te arrepientes en el futuro, ¿qué se puede hacer? A primera vista muy poco, pero sí, existen varias alternativas que para la generalidad de las personas  no son fáciles de aplicar. Antes debemos entender que cuando decretamos algo en la vida, esa información pasa al subconsciente, y es difícil de borrar, pero muy difícil. Uno de los métodos es una reprogramación del cerebro a través de la hipnosis; también funciona la auto-hipnosis y la visualización. La ventaja de la hipnosis es la rapidez con que se miran los resultados asombrosos. 
          

En mi caso particular, no usé ninguno de estos métodos, y les puedo decir que a lo largo de mi ejercicio profesional jamás di ni siquiera una hora de clases en un aula de enseñanza. A pesar de las oportunidades que se me presentaron; era como si una fuerza superior me lo impidiera. Les contaré un caso que ejemplifica lo que acabo de exponer. En el 2002 conocí en el pueblo de San Antonio de las Flores, parroquia de Arismendi a un hombre que luego se hizo un buen amigo mío. Se llamaba Cano. Padecía un cáncer de laringe que cada día iba reduciendo la traquea e impidiéndole respirar. Un día sentado en la acera, frente a su casa me confesó que el caso de él no tenía regreso, pues en una época de su vida en que le tocó trabajar hasta de noche le pidió a Dios de todo corazón que no deseaba vivir más allá de los sesenta años. Una semana antes de cumplir la edad mencionada moría en el hospital Luis Razetti de Barinas con una mascarilla de oxígeno que lo ayudaba a respirar en lo días finales. La confesión de Cano me ayudó a ver y percibir las cosas de otra manera, y en especial, a tener en cuenta los pensamientos que entran y salen de nosotros, arropados siempre por un sentimiento determinante.

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A mis lectores del mundo les recomiendo visitar la página Web de “La Fundación Mundial para las
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Y como un regalo especial los remito al artículo: “Una Brújula Moral para el Viaje de la Vida”.

Viernes, 31-08-2018
Zordy Rivero, Cronista

sábado, 25 de agosto de 2018

CRÓNICAS

EL ARISMENDEÑO


El año de 1989 publicaba en mi pueblo natal un periodiquito titulado “El Arismendeño”. Era una página tamaño oficio escrita (por ambos lados), en una maquina Olivetti, y que yo mismo me encargaba de distribuir entre mis amigos y conocidos por el valor de un real. La intención era instruir al pueblo y a la vez recibir la ayuda necesaria para mi graduación de médico. La mayoría de estos papeles se perdieron en mis viajes y mudanzas, pero hace poco encontré este, que deseo compartirlo con mis lectores. Mi graduación fue en 1991, y dos años más tarde empezó a circular un tabloide titulado “El Arismendeño” cuyo presidente era Adhely Rivero y yo como director. Salía una vez al mes y recogía información de las cuatro parroquias, o al menos esa era la intención. Escogí sólo algunos  textos de este periodiquito primigenio:

                                                                                                              
16-10-89            E L  A R I M E N D E Ñ O   Año I   N°  6  y  7

La ignorancia es una de las peores calamidades sociales. “Un pueblo ignorante —decía Bolívar— es instrumento ciego de su propia destrucción. Los pueblos ignorantes llevan en su propia entraña el germen maligno que terminará por aniquilarlos. Con masas analfabetas, los pueblos marchan hacia presidios y hospitales. La ignorancia conduce irremediablemente al crimen y a la degeneración moral y física. A la sombra de la ignorancia trabaja el crimen, frase exacta y marmórea del Libertador. La instrucción es la felicidad de la vida —dice— y el ignorante está pronto a revolverse en el lodo de la corrupción”.
                                            Cita de Armando Rojas.


Cambio de Nombre de Arismendi

"Aunque no sabemos la fecha exacta en que se le cambió al poblado del Ave María su nombre por el de Arismendi, parece que tal hecho ocurrió en la década del 70 al 80, según se desprende de varios papeles. Para 1880, dicho cambio ya se había operado de manera formal. Así el artículo séptimo de la Ley de División Territorial, sancionada por la Asamblea Legislativa del Estado, el 18 de noviembre de este año, decía textualmente: “El departamento Guzmán se compone de los distritos Unión, Guadarrama, Arismendi y Prada”. Prada era el nombre que entonces tenía San Antonio, pueblo de origen colonial que luego derivó en aldea, y fue agregado al municipio Arismendi.
Si bien no conocemos el documento por el cual se le llamó oficialmente Arismendi, sin embargo, nos atrevemos a creer que dicho nombre no se le puso en honor del general Juan Bautista Arismendi, ilustre prócer de la Independencia, nacido en la Isla de Margarita;  sino en memoria del General José Loreto Arismendi, guerrero federal, Jefe del Estado Mayor del caudillo barines Pedro Manuel Rojas. José Loreto Arismendi tuvo notoria actuación durante la revolución de los cinco años. Ocupó importantes destinos públicos. Fue presidente de Estado y Ministro. Acompañó a Guzmán Blanco en la revolución de 1870. En septiembre de este año fue herido en el combate de Irapa, y ultimado, junto con otros oficiales, por las tropas conservadoras que tomaron la plaza.
El pueblo de Arismendi o Ave María progresó rápidamente. Según el censo de 1873, el distrito Ave María tenía 391 casas y 2.588 habitantes: 1336 varones y 1252 hembras. Era el distrito más poblado del departamento Oriental, aunque no era su cabecera; sino La Unión. Quince vecindarios componían el distrito Ave María, a saber: Botijuela, Los Cachitos, Caño de Indio, Caño Viejo, Hato Viejo, Guanaparo, Madre Vieja, Mapurite, Merecure, Misericordia, El Muerto, Palo Verde, Palo Solo, Samán Blanco, San Antonio y San Vicente".
Virgilio Tosta.

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Sabado, 25-08-2018
Zordy Rivero, Cronista

sábado, 18 de agosto de 2018

CRÓNICAS

MÁXIMO MERCADO

En mi juventud tuve la dicha de conocer a Máximo Mercado, quien murió pasado los 100 años en su casa de Arismendi, agobiado por la pesada carga de la vejez. Pero además de conocerlo en lo personal, fuimos grandes amigos y conversamos sobre distintos tópicos de la vida del pueblo y del país. Recuerdo que en una ocasión me contó que en el gobierno de Juan Vicente Gómez él tuvo a su cargo la responsabilidad de llevar los presos de Arismendi a Barinas, para ser juzgados y condenados, o absueltos según el caso. La mayoría eran cuatreros, homicidas y mal vividores, es decir, asoladores de pueblos, o lo que en criollo se conocía como guapos. Al salir de Arismendi con los presos, Máximo se colgaba un medallón al cuello, que era como una insignia o distintivo asignado por el gobierno, y que su sola presencia emanaba una poderosa impresión. A la caída de la tarde elegían una casa como posada para pasar la noche. Allí eran atendidos a las mil maravillas, pues una recomendación al presidente del Estado era como una bendición que redundaba en beneficios para la familia anfitriona. Pero lo contrario —el no atenderlos— era como una desgracia que caía sobre toda la familia y la comunidad. Cuando eran gentes muy pobres, el dueño de la casa era asistido por sus vecinos. Después de la partida de la comitiva, esa casa era vista con tal privilegio, que sin quererlo el dueño se convertía en un líder y una referencia, para cuando un paisano quisiera obtener una ayuda del gobierno. Esa familia se convertía en aliada del general Gómez y del gobierno en su totalidad.

Me contó Máximo que en una oportunidad uno de los aduladores del general Gómez escuchó a un humilde campesino de un apartado pueblo, decir en su casa lo siguiente:
“Yo aquí mando más que el general Gómez”.
El adulador viajó hasta Maracay para contarle al general que en interior del país había escuchado a un hombre decir que él mandaba más que el benemérito.
El general le encomendó al adulador que deseaba conocer al susodicho personaje, pues en todo el territorio Nacional no podía existir otro hombre que mandara más que él.
Se lo llevaron, y cuando el hombre estuvo frente al general, este le preguntó:
“Quiero que me explique cómo es eso de que usted manda más que yo”.                
“Sí mi general —dijo el hombre todo tembloroso—, a veces le digo a mi mujer que yo en mi casa mando más que usted, porque yo paso todo el día mandando pero nadie me pone cuidado, en cambio usted manda una sola vez y todo el mundo le obedece”.
Esta salida le causó mucha risa y agrado al general Gómez, quien como recompensa le hizo entrega al campesino de una marusita de monedas para que viviera el resto de su existencia sin muchas dificultades.
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Sabado, 18-08-2018
Zordy Rivero, Cronista

martes, 14 de agosto de 2018

UN TROZO DE MI VIDA III

Durante los últimos años de mi ejercicio médico aprendí algo que hasta cierto punto, salvó mi vida. Aprendí a vivir sin el miedo, que es un elemento, o más precisamente, una entidad maligna aterradora y contante, que nos hace muy infelices y vulnerables. Miedo a ser asaltados, a quedarse sin trabajo, sin comida, salud, dinero, propiedades… miedo, miedo, miedo. El gran antídoto contra el miedo es el amor, la seguridad y la fe que proviene de nuestro Creador; pero que al final, es una cuestión de elección propia. El común de la gente en nuestra sociedad ha elegido el miedo, y esta entidad es sostenida por nuestra energía mental, es decir el pensamiento; pero también un sentimiento muy arraigado de inferioridad e indolencia ante las situaciones de la vida que, aparentemente no podemos controlar.

Cuando murió mi madre en Arismendi el año 13, yo tenía más de cinco años viviendo con ella, en su casa. Ya mi familia se había mudado a Valencia. Comencé a perder peso de manera progresiva. El año 2014 presenté mi renuncia ante la Comisionaduría de Salud del Estado Barinas. La aceptaron aunque no estuvieron de acuerdo que los dejara así tan de repente, cuando sólo me faltaban pocos años para la jubilación. Yo expuse mis motivos y ellos al final comprendieron. Ese mismo año 14 fui incorporado a la nómina de la Cámara Municipal de Arismendi como cronista. Ya desde el año 12 venía trabajando de cronista pero sólo recibía una ayuda económica sin otros beneficios. Fue el concejal Eduardo Garrido —siendo presidente de la Cámara— quien me incorporó a la plantilla. No obstante mi vida solitaria en el pueblo no me favorecía y seguía el deterioro de mi salud. Finalmente en diciembre del 2015 introduje mi renuncia al cargo de Cronista y partí para Valencia a reunirme con mi familia.

Mi servicio al Ministerio de Salud fue de 19 años. A los que trabajábamos en las zonas rurales nos reconocían cinco años adicionales. Me sorprendió cuando supe que el Ministerio había decidido asignarme una pensión por jubilación, la cual cobro actualmente sin ningún inconveniente.

La primera semana de marzo del 2018 recibí una llamada telefónica de la presidenta de la Cámara Municipal de Arismendi, Lic. Yudit Blanco, donde me decía que me habían incorporado a la nómina del Concejo municipal, nuevamente como cronista, pues necesitaban con urgencia que me ocupara de investigar y seguir escribiendo la historia que había dejado inconclusa. Le dije que agradecía la oferta pero que yo no podía vivir en Arismendi, porque sería como volver a los problemas del pasado. Me respondió que a ellos —los Concejales— solamente les interesaba que escribiera la historia del pueblo.

Acepté y no me quedó más que agradecerle a Dios por haberme brindados esa oportunidad de servir a mi pueblo desde la distancia. Pero todo sucedió de una manera casi milagrosa. Y sucedió cuando me negué a seguir viviendo con el miedo generado por la incertidumbre; incertidumbre y circunstancias que nos controlan y manipulan, si nosotros lo permitimos. Muchos familiares y amigos me auguraron un final triste y obscuro, quizás emparentado con la mendicidad, pero aquí estoy, ayudando a la gente con mis conocimientos y experiencias y tratando de hacer de Venezuela un mejor país.

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Martes, 14-08-2018
Zordy Rivero, Cronista

jueves, 9 de agosto de 2018

MIS EXPERIENCIAS EN LA MEDICINA XXXIX

El Cristo Interno, Nuestro Maestro

La mayoría de los médicos del planeta sabe que cuando un paciente presenta fiebre es porque ya empezó a curarse. Aunque a muchos parezca extraño que tengamos en nuestro cuerpo un sanador muy poderoso —que nos devuelve la salud cuando nosotros mismos hemos propiciamos la enfermedad, con nuestras maneras descuidadas de actuar y vivir—, es cierto, tenemos un sanador dentro de nosotros.    

¿Quién genera el calor normal y la temperatura elevada (superior a 37.5 °C) en un cuerpo enfermo? ¡Un poderoso Señor! A lo largo del tiempo se le ha dado muchos nombres, pero comúnmente se le llama el Cristo Interno (así aparece en la Nueva Versión Internacional de la Biblia): —Hijo del Hombre; Alma; El Maestro; El Espíritu Santo; El Consolador; La Llama Triple. En el Nuevo Testamento, especialmente en los cuatros Evangelios se le menciona con frecuencia.

El Cristo Interno es una Llama Triple que se encuentra ubicada en la aurícula izquierda del corazón, y mide aproximadamente dos milímetros de diámetros. Está constituida por una Llama Azul, que es la Voluntad de Dios; una Llama Dorada que representa la Sabiduría de Nuestro Creador y una Llama Rosada que es El Amor de Dios.

En una ocasión Jesús les preguntó a sus apóstoles que qué decía la gente quién era Él, y la respuesta acertada fue la de Pedro: “Tu eres el Cristo Manifestado, Maestro”. También Jesús refiere en otra ocasión: “No le digan a nadie maestro, porque ustedes tienen su propio Maestro que es el Hijo del Hombre”.

De modo que esta Llama Triple, que posee inteligencia propia, irradia su Luz y Calor hacia la sangre que viene de los pulmones, previamente oxigenada, pero invadida por agentes extraños, llámense virus, bacterias, parásitos o células malignas. Si la invasión (infección) es muy avasallante, eso le indica al Cristo Interno que debe aumentar más su radiación (calor), y, por ende, la temperatura, hasta destruir todos los patógenos o agentes extraños. En la mayoría de los niños es suficiente darle baños con agua a temperatura normal, durante 15 a 30 minutos, acompañado de abundante líquido. En el adulto con fiebre, el baño y el tomar un vaso de agua cada hora lo ayudará.  

Pero lo asombroso del Cristo Interno ocurre cuando empezamos a hablar con Él, pidiéndole que dirija y guíe nuestra vida, como un Maestro que Es. Él, a través de una 'vocecita' nos hablará, siempre y cuando mantengamos un momento de silencio durante el día. Con la práctica y el tiempo se convertirá en un aliado muy inteligente, que es como nuestra consciencia: No hagas esa tontería… cumple con lo que prometiste… sólo dame las gracias por los favores recibidos…”. Finalmente quiero alertarlos: el Cristo Interno, como un regalo de Dios a sus hijos (nosotros), no comulga con el mal, ni el egoísmo, envidia, critica, chisme, condena, juicio, arrogancia etc. Si lo desean desarrollar para el bien de la humanidad tendrán que tomar el camino angosto.

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Jueves, 09-08-2018
Zordy Rivero, Cronista

viernes, 3 de agosto de 2018

MIS EXPERIENCIAS EN LA MEDICINA XXXVIII

Siempre vienen a mi mente los días de estudiante de medicina en San Carlos de Cojedes. Pero en particular mi amistad con el profesor de medicina Interna Rafael Guevara. En las muchas ocasiones que pudimos conversar, apartados de las aulas, recuerdo una conversación en particular:
“Rivero, siempre que entres a la sala de hospitalización  previo a la revista, no olvide preguntarle a los pacientes si ya están comiendo. Recuerda que un enfermo que ha perdido el apetito, y por ende no está comiendo es más difícil que recupere su salud. No faltará, a la salida de la sala que algún familiar lo aborde y le pregunte sobre el pronóstico de un determinado paciente; con ese patrón en mente usted los podrá alentar o alertar”. Es innegable decir que me ayudó mucho ese consejo, y que desde ese día mi vida como estudiante cambió totalmente, pues comprendí que la medicina más que una ciencia es un arte, pero un arte que se desarrolla con la observación, el estudio y la experiencia.

También recuerdo una sugerencia emitida en una clase por otro profesor, y que yo agarré al vuelo: “Lleven una estadística de las enfermedades (patologías) más frecuentes en el hospital, pues de esos casos saldrán la mayoría de las preguntas para los exámenes”. Y en el Cojedes de esa época era muy frecuente el “mal de Chagas”, debido a que muchos campesinos vivían en casas con techos de palma, donde el chipo (vector) se refugia durante el día, y sale por la noche a realizar su despreciable trabajo.

En una exposición sobre gineocobstetricia, el profesor refería una anécdota de un médico de El Pao, y nos recomendaba que nunca hiciéramos eso. La clase trataba sobre la historia médica en la parturienta. El cuento es como sigue: “Al médico del pueblo le llega una mujer en 'trabajo de parto'; acompañado de una enfermera procede a atenderla pero después de una hora de esfuerzos el proceso se detiene. El médico decide referir a la paciente al hospital de San Carlos. El chofer de la ambulancia le pide al galeno la referencia; este entra corriendo al consultorio y rápido regresa con un papel doblado que le entrega al chofer. Cuando suben a la mujer a la sala de parto el camillero recibe el sobre, el cual entrega apenas llega, al médico de guardia. Revisa le referencia y lee solamente una línea que decía: Ojo pelao, muchacho asomao”.

A algunos de los estudiantes les causó risa, pero el profesor les dijo que no se rieran, pues lo que acababa de contar eral real: Entonces se metió la mano en el bolsillo de su bata y saco un papel amarillento y nos los mostró. El silencio fue total.

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Viernes, 03-08-2018
Zordy Rivero, Cronista