La Confianza de mi Madre en sus Hijos
Mamá tenía un rosal en su jardín que era la envidia de todos, y nosotros,
sus hijos, éramos los encargados de mantenerlo limpio. En una ocasión una
comadre que estaba de visita le preguntó a mamá:
—¿Y ese rosal comadre?
—Lo sembré cuando empezaron a nacer mis hijos. Es el mejor remedio para
la curiosidad de los niños, que todo lo escudriñan. Ellas, mis rosas, han sido
la mejor maestra que han tenido, por eso las cuido tanto. Antes tenía matas de topochos
y plátanos, que quitan el hambre, es cierto, pero no enseñan como el rosal.
Realizaba mis tareas escolares cuando escuché, desde mi lugar de trabajo
y de juego, esta conversación de mi mamá y una comadre:
—Comadre, ¿no ha notado que su hijo Zordy se le está haciendo difícil
crecer? Compárelo con otros niños de su misma edad y verá la diferencia.
—Es cierto —replicó mi madre—, pero una cosa si le digo comadre: todos
mis hijos podrán quedarse solteros, pero ese chiquitín jamás. Lo he mirado
cuando ve a una muchacha. Los ojos se van tras ella sin poderlo disimular. Otra
cosa, tiene muchas amigas en la escuela. De modo que me tiene despreocupada,
mas cuando existe un empeño en él por saberlo todo.
Nunca olvidé ese momento. Y esa confianza de mi madre en mí, fue quizás, lo
que me hizo crecer, pero en otro sentido. Recuerdo una expresión del doctor
Ramón Francisco Soto en su casa de Arismendi: La estatura de un hombre debe medirse desde la parte superior de la
cabeza hacia arriba.
Arismendi, 30-06-2021
Zordy Rivero, Cronista Oficial