Hace algún tiempo me dijo un amigo que yo poseía la
virtud de ser un buen observador. Le respondí que yo no lo veía así, pues,
todos poseemos esa facultad y sólo tenemos que desarrollarla. Recuerdo que en
mis días de estudiante de medicina teníamos una materia llamada anatomía
descriptiva, la cual a mí me apasionaba mucho. En el laboratorio de anatomía
disecábamos y desmenuzábamos cadáveres, estudiándolos en sus componentes
elementales. Los profesores siempre nos hacían preguntas que nos dejaban en un
silencio total. Luego nos decían: La
respuesta la tienen frente a ustedes, pero no la pueden ver por distracción,
falta de concentración o motivación; pero en esencia es porque tienen una
observación muy primitiva, que deberán desarrollar. En ese micro-cementerio
de la universidad aprendí a ver el trasfondo de las situaciones, que me retaban
a percibirlas en su esencia.
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En una comunidad pequeña donde viví hace muchos años,
uno de sus miembros me comunicó sobre una invasión inusual de zancudos patas
blancas, pero no daban con el origen de esa situación tan peligrosa para la
salud. Lo averiguaremos, dije. Empezamos por revisar las fuentes de aguas
limpias, ejerciendo un saneamiento de los mismos. Pero no obstante, la
afluencia de plaga no disminuyó. Durante una semana —pero esta vez solo—, volví
a recorrer la comunidad, casa por casa, hasta que al final di con el problema.
Uno de los residentes tenía un caballo en el patio trasero, en un espacio muy
reducido. Deduje que de allí obtenían los mosquitos la sangre para
reproducirse; insté a su dueño a que llevara el caballo a otro lugar más amplio,
que bien podría ser un potrero. Mi hipótesis resultó cierta. Ese primer mes
desapareció casi en su totalidad la invasión de plaga en la comunidad serranera.
Poco antes de regresar a mi Llano, la gente ya me había adoptado como a un hijo
predilecto, acto digno de agradecimiento.
*
Durante una Semana Santa visité una comunidad cerca
de Arismendi. En una finca tuve la ocasión de ver a un grupo de hombres reparar
un motor fuera de borda. El dueño del motor me dijo que todo sucedió después
que su hijo se le antojó adaptarle una propela más potente y pesada que la
original. El fuera de borda se hizo más
veloz hasta que colapsó: se le fundió la máquina. Un comentario mío fue de
ayuda para comprender la situación. Dije: Los ingenieros que diseñan y
construyen esos motores difícilmente se equivocan; si ellos le colocan un aspa
de un determinado tamaño, forma y peso, es porque saben que es lo adecuado para
la salud de la máquina. Después de la
reparación le volvieron a colocar la pieza original y el motor funcionó a la
perfección, sin recalentarse ni forzar su funcionamiento. Este mismo criterio
es aplicable a la mayoría de los motores de carros, motos y similares.
*
En los días en que me desempeñaba como médico en
Ambulatorios rurales, al servicio del Ministerio del Poder Popular para la
Salud, pude atender a mujeres relativamente jóvenes —entre los 18 y 25 años—,
que ya presentaban varices en los miembros inferiores, esto es: pies, tobillos
y piernas. Un día comprobé que estas varices prematuras estaban relacionadas con
el uso de pantalones muy estrechos, que progresivamente iban impidiendo la
circulación normal de la sangre, que sube al corazón a través del sistema
venoso. Comprobé, para mi satisfacción, que las mujeres que siguieron mi recomendación
de no usar pantalones muy ajustados, mejoraron y sanaron de su molesta
afección. Ahora, que me dedico a escribir estas experiencias, producto de mi
observación, me place cuando veo una joven con pantalones holgados. Pienso:
esta es una mujer saludable y linda que quizás vivirá hasta la ancianidad, sin las
muchas quejas de una salud deficiente.
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A mis lectores del mundo les recomiendo visitar la
página Web de “La Fundación Mundial para las Ciencias Naturales”: www.naturalscience.org/es
Mi segundo Blog: cronicasdearismendi.blogspot.com
Y como un regalo muy especial los remito a “Una
Brújula Moral para el Viaje de la Vida”.
Sábado, 31-03-2018
Zordy Rivero, Cronista