A mediados del año de 1995 recibí una carta de
don Julián Laya, donde hace referencia a uno de mis libros y asuntos
relacionados con Arismendi. Participó en su juventud como colaborador del
periódico “Curare”, que apareció en 1944, editado por el profesor Ramón
Villegas Izquiel. También fue un colaborador cercano del periódico “El
Arismendeño”, publicado por Adhely y mi persona. A don Julián se le conoce por
haber fundado una Academia de Inglés en Arismendi, y ser autor de varios libros
de coplas, entre ellos, Rastrojo y
Tinajero, editados por la universidad de Carabobo. Este año 2013 murió en la ciudad de Valencia. Mi respeto y
admiración a la memoria de uno de los grandes hombres que han dejado su huella
en la historia de Arismendi.
Deseo compartir esta hermosa carta con la gente
de mi pueblo, por su relevancia en cuanto a algunos postulados que nos regala
el viejo amigo y que aún tienen plena vigencia. Además, la carta es parte de
esa historia que estamos rescatando de los archivos del olvido:
“Valencia, 07 de Julio de 1995
Dr.
Zordy Rivero
Arismendi.
Apreciado amigo:
Posiblemente le extrañe esta carta, pero recordar
es vivir dijo un poeta, y el inquieto
pensamiento me invitó a escribir.
En la oportunidad de haber visitado nuestro
pueblo en compañía de Adhely y Carlos Cadenas, lo hicimos con el más cálido
entusiasmo; con el ánimo de cristalizar la idea tuya y de Adhely, de crear un
órgano periodístico informativo, que llevara en parte, la cultura que tanta
falta hace a los pueblos de las provincias venezolanas, y vio la luz EL
ARISMENDEÑO. Sin tener dotes de vidente, de antemano conocíamos nuestra
condición de quijotes, y yo, en particular pensaba que tan excelente iniciativa
pudiera ser una utopía; sin embargo, no apagamos nuestro farol de caminantes, y
dimos el frente queriendo disipar las tinieblas. Nos satisfizo mucho que la
semilla quedó en el surco y que germinará cuando el hombre despierte del
letargo que por ahora lo envuelve, y piense menos en el lugar donde se pueda
encontrar una cerveza bien fría. Los
esquemas cambiarán para dar paso a lo dicho por el Libertador: “MORAL Y LUCES
SON NUESTRAS PRIMERAS NECESIDADES”.
Otros particulares se vinculan con nuestro tema
central: La cultura y sus ramificaciones. Es un deber que nos asiste a todos,
reconocer los méritos de muchos hombres de nuestras provincias, que cobijados
por una constancia tenaz, han logrado coronar la cumbre sin fatiga,
levantándose del nivel ordinario; y nunca será tarde para el reconocimiento.
Por lo tanto, recibe, médico amigo, mi más sincero testimonio de ese
reconocimiento, que no es un falso halago.
Tú, Zordy, como médico has sido un apóstol de tu
pueblo y has penetrado en profundidad, la ética del Código Hipocrático, y has
tocado con tu sensibilidad, el corazón del pueblo que te vio nacer.
Nuestra inquietud seguirá siendo como el sol que
tramonta la montaña, y nosotros buscaremos su permanente luz, para hacer más
fácil el camino de otros. En estos días de nostalgia y de lluvia he releído EL MUCHACHO DEL CHALECO ROJO. Tu
narración muy fluida y amena, además de estar familiarizado con los lugares que
son nuestros. Tus cuentos, en su mayoría, son dramáticos, y lo comprendo porque
no solamente son la realidad de un pueblo, sino la vivencia de un país
convulsionado que cada día va cuesta abajo, y no se vislumbra un capitán
honesto que arribe la nave a un feliz puerto. ¿Qué puede esperarse de un hombre
que llega al hogar dando tumbos, con
una botella de caña en la mano, despertando a los hijos, y maltratando a su
mujer?
¿Qué se puede decir de niños descalzos, y con la
miseria a cuestas, sin alimentación y sin abrigos? ¿Qué lenitivo se le pone a
la prostitución que crece como un pulpo? Para estos interrogantes no hay
respuestas, cuando la moral camina de rodillas. Por esa lamentable situación,
tus cuentos son dramáticos.
Los pueblos del distrito Arismendi, a pesar del
olvido -en muchas décadas- por la indiferencia de sus gobernantes, han sido
privilegiados: han sido semilleros fecundos que han dado los frutos de sus
conocimientos a todo lo largo y ancho del país, en profesionales de las
distintas ramas del saber humano: Médicos, Arquitectos, Ingenieros, Educadores,
Abogados y hasta poetas. Entonces, nuestro aporte está dado con abundancia,
como las semillas del trigo, y así estamos contentos por el deber cumplido.
Yo, Médico (Zordy),
añoro con alegría y con un poco de nostalgia a la vez, toda mi época feliz,
como lo dijo Dante; no tengo pesadumbres, sino cantos y amaneceres, como los
pájaros, que aprenden a querer oyendo el río.
La vida de las ciudades es distinta: el hombre
que trabaja, podría compararse con las agujas de la máquina de coser, vale
decir, que no está arriba, ni abajo ni en el medio; y cuando llega medio arrecho porque un conductor le ha
mentado su progenitora, almuerza de mala gana, se va a reposar, cosa que no
logra, porque tiene dos enemigos combinados: el timbre y el teléfono. Suena el
primero, y es un vendedor de repuestos para los filtros; repica nuevamente, y
es un chico que se le cayó la pelota para nuestro solar o son un par de viejas
fanáticas que dicen: ‘señor, estamos
vendiendo una revista muy interesante, se llama Atalaya, la cual le habla de
cómo debe leer la Biblia, porque estamos en los últimos tiempos’. El
teléfono. Es una persona preguntando por Pedrito, marcando un número
equivocado, y así sucesivamente.
Para concluir, abundo en comparaciones. Para
vivir en las ciudades es necesario tener una paciencia de gato -Adhely te
ampliará el concepto-, a quien se lo he transmitido de boca a oído porque no se
puede decir en una carta.
Perdona tantas bolserías que contiene la presente,
y me despido con un fuerte abrazo fraternal en unión de tu esposa y demás
familiares, a quienes deseo salud y bienestar.
Afmo
amigo.
Julián A.
Laya”
Zordy Rivero,
cronista de Arismendi