sábado, 22 de agosto de 2015

CRÓNICAS

La Moral de Arismendi en el Siglo Pasado

El sábado 08 de agosto de 2015, en la mañana -y en compañía de María del Pilar Abreu, Moralí Rivero, Rudy Roxana Rodríguez, Daniel Herrera, Gerónimo Abreu, y mi persona-, emprendimos un viaje hacia Guadarrama, vía caño Guanarito en un fuera de borda piloteado por La Roncha. El viaje, muy placentero, escuchando el canto de las aves ribereñas bajo un cielo nublado, amenazante de lluvia, fue un regalo de mi hermana Moraima Rivero. Íbamos a la celebración del cumpleaños 64 de Rafael Rodríguez, mi tercer hermano. En Guadarrama nos esperaban su señora esposa, Clara Blanco y sus hijos y nietos. Tenían carne en vara, asada por el excelente asador, Chito Rodríguez. Fue una celebración familiar, sin baile ni música.

Hablando con Rafael me contó una historia de su infancia, cuando tenía aproximadamente siete años; historia que me dejó gratamente impresionado. En el Arismendi de aquellos días existía la costumbre entre los jóvenes de recolectar cajas de cigarrillos vacías para convertirlas en “dinero de papel”, que eran usadas para jugar a los negociantes o bodegueros: Cada caja tenía un valor equivalente al de un billete real. Mientras el cigarrillo fuera más caro la envoltura tenía más “valor”.

En una ocasión el niño Rafael encontró una caja de cigarrillos pero no vacía, pues tenía un billete de cincuenta bolívares en su interior. Lleno de alegría corrió a casa de mi madre a entregarle el billete. Mi madre alarmada preguntó que dónde lo había encontrado, tratando de averiguar la procedencia de tanto dinero. Como ejemplo podríamos decir que ocho panes valían un medio y el pasaje de un autobús en la ciudad una locha, es decir 0,12 centavos. Con cincuenta bolívares se podía comprar una vaca.

Mamá fue con su hijo tomado de la mano al Corroncho, lugar donde se había encontrado el hallazgo. La idea era conseguir al dueño del billete. Finalmente acudió a la prefectura y contó la historia con detalles. El prefecto retuvo el dinero bajo su responsabilidad, dando tiempo a que apareciera el dueño. Los policías de aquel entonces eran Bonifacio Madroñero, Nicolás Vázquez y Juan Michelena. Una semana después mamá fue llamada a la prefectura para hacerle entrega de los cincuenta bolívares.

Arismendi, 22-08-2015
Zordy Rivero,  Cronista

martes, 18 de agosto de 2015

NUEVA MUDANZA DE LA CAMARA MUNICIPAL DE ARISMENDI

 El 06 de agosto de 2015 fue mudada nuevamente la Cámara municipal a su anterior sede ubicada en la calle Rómulo Gallegos con la avenida Sucre. Motivos de este regreso, varios; pero uno en particular: el deterioro extremo de la vieja casa de don Carmelo Nieves y familia, y que ahora pertenece al consejo Comunal Centro II. En esta época de invierno, cuando caen esos sonoros aguaceros, el agua corría como un riachuelo por las salas y oficinas, ya que el techo está agujereado por todas partes, además de un drenaje muy deficiente, y no es para menos en una casa que nunca tuvo mantenimiento y con más de cincuenta años de existencia. La mudanza fue una decisión muy acertada de la Cámara municipal en conjunto, pero en sí fue una iniciativa de su presidenta Yudit Blanco, y cuando nadie pensaba que se llevaría a cabo el traslado, sucedió sin más contratiempos. También hubo otro elemento causal importante y es que el mencionado consejo Comunal quiso aumentar la renta a diez mil bolívares, cuando era caro pagar seis mil.

Se agradece de manera especial al personal que trabaja en la Cámara municipal, y que colaboró desinteresadamente en la mudanza, cargando y organizando enseres. Ellos son: José Linares, Jonni Bolívar, Enrique Mora, Israel Vázquez, María Molina, Liliana Rodríguez, Alva Morillo y Estefanía Solano.

En una conversación que sostuve con la presidenta del Concejo, Yudit Blanco, me informó que después de las vacaciones colectivas de agosto, es decir, en septiembre, estará la Cámara el pleno sesionando en la parroquia Guadarrama, conociendo las inquietudes de la gente y sus problemas más apremiantes. Este contacto directo se extenderá a las otras parroquias como una manera de llevar el poder legislativo a los rincones más apartados del municipio. También se estará diligenciando operativos médico-asistenciales y de vacunación, y en lo posible venta de comidas a precios solidarios. 
Arismendi, 18-08-2015
Zordy Rivero,  Cronista

jueves, 6 de agosto de 2015

MIS EXPERIENCIAS EN LA MEDICINA III



La información que deseo compartir con ustedes la leí en un libro de medicina Naturista. De las muchas cosas que relataba el pequeño texto, una parte se me quedó grabada en mi memoria y ha sido de mucha utilidad para mis pacientes y amigos que buscan un consejo en charlas ocasionales. Con los años y la práctica he ido modificando ésta fórmula, y en verdad ha resultado una cura milagrosa. El libro decía que las personas que padecían de tuberculosis podía curarse con tan sólo tomarse un dientito de ajo todos los días. Sabemos que el ajo aumenta las defensas orgánicas y quienes lo consumen con cierta regularidad, enferman muy poco, y difícilmente sufren de tensión alta.
Yo les explicaba a los pacientes de tuberculosis que cumplía su tratamiento indicado por Sanidad, que cada noche a la hora de acostarse trituraran un ajo, y lo dejara en la boca toda la noche, de modo que el aire que entrara en los pulmones iría impregnado con desagradable olor. Todas las personas que cumplieron de esta manera su tratamiento, sanaron de tan terrible enfermedad, y para siempre, sin recidivas. Ahora deduzco que a este poderoso bacilo de la TBC no le agrada el olor del ajo.
También instaba a estos pacientes a que hicieran ejercicios respiratorios dos veces al día. No sé dónde leí un texto que decía que la mayoría de las bacterias dañinas que viven en nuestro cuerpo, o nos visitan de vez en cuando, no pueden sobrevivir en una sangre muy saturada de oxígeno. De modo que la unión de estas dos recetas es un buen comienzo para los enfermos de los pulmones y para los que no quisieran enfermar.

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Conocí a un viejo filósofo en Ciudad Bolivia-Pedraza, del estado Barinas, que se compró ocho pares de zapatos de muy buena calidad cuando cumplió los sesenta años. Pero en los días que trabábamos amistad ya había cumplido los ochenta. Cuando le pregunté la manera de cómo había llegado a esa edad lleno de vitalidad y entusiasmo, me lo explicó: Se trata de la mente, de un condicionamiento mental. Cuando yo me compré los ocho pares de zapatos convencí a mi mente subconsciente de que debía vivir suficientes años para poderlos usar. Hace veinte años que los uso y todavía mantienen buena vitola. Pero qué hubiese sucedido si en vez de ocho me compro cuarenta pares. Lo más probables es que mi mente no se lo hubiese creído. Ella misma hubiera sacado sus propios cálculos: Vivir 110 años es un poco difícil y no creíble. Pongamos otro ejemplo: Una persona se compra 500 hectáreas a los 60 años con la intención de trabajarlas. El caso es que se encuentra solo y tiene poco apoyo de la familia. La mente lo tratará de convencer que es un imposible, y que nunca logrará su cometido. Lo más probable es que termine frustrado y abatido por las circunstancias. Todo habría sido diferente si se hubiese propuesto trabajar diez hectáreas. Al menos es más convincente.

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Le conté a mi amigo de Pedraza que en mi pueblo conocí a una señora de sesenta años, que solamente le pedía a Dios ver a su último hijo hecho un profesional. Cinco años después el joven se titulaba en Derecho y un mes después del acto de graduación la señora moría en la soledad de su dormitorio. Ya no tenía sentido seguir viviendo, pues se había cumplido su último deseo. Su petición se había cumplido a cabalidad. También leí en un libro hace muchos años que un joven deseaba poseer un millón de bolívares para invertirlos en un negocio. Su deseo era tan poderoso que sólo pensaba en eso. Al poco tiempo murió un tío en una ciudad vecina. El joven acudió al sepelio y su sorpresa fue grande cuando la viuda le hizo entrega de un sobre contentivo de un millón de bolívares dejado por el tío. ¿Quién dice que de alguna manera el joven no mató a su querido tío?

Arismendi, 06-08-2015
Zordy Rivero, Cronista