viernes, 3 de agosto de 2018

MIS EXPERIENCIAS EN LA MEDICINA XXXVIII

Siempre vienen a mi mente los días de estudiante de medicina en San Carlos de Cojedes. Pero en particular mi amistad con el profesor de medicina Interna Rafael Guevara. En las muchas ocasiones que pudimos conversar, apartados de las aulas, recuerdo una conversación en particular:
“Rivero, siempre que entres a la sala de hospitalización  previo a la revista, no olvide preguntarle a los pacientes si ya están comiendo. Recuerda que un enfermo que ha perdido el apetito, y por ende no está comiendo es más difícil que recupere su salud. No faltará, a la salida de la sala que algún familiar lo aborde y le pregunte sobre el pronóstico de un determinado paciente; con ese patrón en mente usted los podrá alentar o alertar”. Es innegable decir que me ayudó mucho ese consejo, y que desde ese día mi vida como estudiante cambió totalmente, pues comprendí que la medicina más que una ciencia es un arte, pero un arte que se desarrolla con la observación, el estudio y la experiencia.

También recuerdo una sugerencia emitida en una clase por otro profesor, y que yo agarré al vuelo: “Lleven una estadística de las enfermedades (patologías) más frecuentes en el hospital, pues de esos casos saldrán la mayoría de las preguntas para los exámenes”. Y en el Cojedes de esa época era muy frecuente el “mal de Chagas”, debido a que muchos campesinos vivían en casas con techos de palma, donde el chipo (vector) se refugia durante el día, y sale por la noche a realizar su despreciable trabajo.

En una exposición sobre gineocobstetricia, el profesor refería una anécdota de un médico de El Pao, y nos recomendaba que nunca hiciéramos eso. La clase trataba sobre la historia médica en la parturienta. El cuento es como sigue: “Al médico del pueblo le llega una mujer en 'trabajo de parto'; acompañado de una enfermera procede a atenderla pero después de una hora de esfuerzos el proceso se detiene. El médico decide referir a la paciente al hospital de San Carlos. El chofer de la ambulancia le pide al galeno la referencia; este entra corriendo al consultorio y rápido regresa con un papel doblado que le entrega al chofer. Cuando suben a la mujer a la sala de parto el camillero recibe el sobre, el cual entrega apenas llega, al médico de guardia. Revisa le referencia y lee solamente una línea que decía: Ojo pelao, muchacho asomao”.

A algunos de los estudiantes les causó risa, pero el profesor les dijo que no se rieran, pues lo que acababa de contar eral real: Entonces se metió la mano en el bolsillo de su bata y saco un papel amarillento y nos los mostró. El silencio fue total.

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A mis lectores del mundo les recomiendo visitar la página Web de “La Fundación Mundial para las Ciencias Naturales”: www.naturalscience.org/es
Mi segundo Blog: cronicasdearismendi.blogspot.com
Y como un regalo especial los remito al artículo: “Una Brújula Moral para el Viaje de la Vida”.

Viernes, 03-08-2018
Zordy Rivero, Cronista

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