jueves, 22 de noviembre de 2018

LUIS HERNÁNDEZ, UN CONTRAPUNTEADOR DE AVANZADA

Luis Hernández nació el 21 de junio de 1914, en ‘Las Moritas’ a una orilla del caño del mismo nombre, caserío perteneciente a Arismendi, municipio del estado Barinas. Hijo de Ana Gregoria Tarife y José Gabriel Hernández; quienes además  tuvieron a Tomasa, Elisa, Ana Gregoria, Ángel y Julito Hernández; Eladio Tarife nace de un segundo matrimonio de Ana Gregoria.
Luis Hernández procreó siete hijos en total.

En 1941 tuvieron que salir de “Las Moritas” a causa de una inundación devastadora. Ana Gregoria se vino a vivir al pueblo. Compraron una casa en la hoy conocida calle “Eladio Tarife”, mientras que José Gabriel se quedó en el campo atendiendo el ganado. 

Luis Hernández era un contrapunteador excelente, poseedor de versación fina, exquisita, de mucho contenido, que divertía a la gente. No desperdiciaba la ocasión para lanzar un verso oportuno y gracioso. Una vez en una fiesta en casa de Cocho Cisneros, y mientras improvisaba al pie del arpa, entró en la sala Columba Rivero —renqueando notablemente, a causa de la artritis. Alguien la sacó a bailar y ella, lentamente, con dificultad trataba de llevar el compás de la música. Luis sin más, le regaló estos versos:

Señora Carmen Columba
Carga aporreao un talón
Según me dijo Gustavo
Bochinchando con Marrón.

Gustavo era el esposo de Columba y Marrón el dependiente de su negocio; un viejito cascarrabias y gran tomador de café tinto, o ‘marrón’. Estas coplas causaron muchas risas en la sala. La gente ya estaba acostumbrada a estas salidas del coplero improvisador.

Recuerda José Gallardo (mejor conocido como El Ruki), sentado bajo la sombra de un mamón, en casa de Juan Zorro  que, en una ocasión  se encontraron Nelson Morales —17 años de edad— y Luis Hernández, en el bar de Socorro Leal en Arismendi. Nelson le aguantó la pela al gran coplero Arismendeño durante toda la noche. Un verso de Luis:

Catire Nelson Ramón
Pensaba que era un caimán viejo
Resulta que es un pichón
Pero ya le traigo lista
La fila con el arpón.

Tiempo después, Luis Hernández reconoció a Nelson Morales como uno de los mejores versadores que enfrentó en su vida.

También recuerda Ruki un encuentro de Luis Hernández con Francisco Montoya. Este le dice  en una copla que si Luis logra ganarle preferiría meterse una bala. Luis le responde:

Cámara Francisco Montoya
No se muera tan temprano
Fíjese que estoy cantando con
Uno de los mejores copleros del llano.

Refiere Gabriel que su padre compuso o escribió una sola canción: “Copleros de Ayer y Hoy”, canción que la interpretó Miguel Ortiz (Caballo Mansito). Aunque la grabó después de hacerle algunos cambios, no como la original. Luis la cantaba en la tonada del gabán:

A malaya yo tuviera el vuelo de un gavilán
Los versos de León Colina y el talento de Guzmán
Y con mi verso atrapar los tres morros de San Juan
La represa e’ Calabozo y el Estero e’ Camaguán.

Cierta vez llegó a la casa de Luis su compadre Reinaldo Díaz con Aurora Díaz (que era la esposa de Pedro Emilio Sánchez).
—Compadre —dijo Reinaldo Díaz—, uno de estos días le voy a traer a Pedro Emilio para que lo conozca.
—A bueno; cuando guste —respondió Luis.
Al año siguiente vino Pedro Emilio Sánchez a Arismendi, y de allí partieron hacia ‘Las Moritas’ en carro. Luis lo recibió con entusiasmo en su finca, y para agasajarlo mató una ternera. Esa tarde contrapuntearon ante la presencia de vecinos y conocidos venidos del pueblo. Pedro Emilio era un destacado poeta, de coplas finas.

Luis Hernández, que era devoto del Nazareno de Achaguas, acudía en Semana Santa a la fiesta religiosa, ya fuera para bautizar un niño o para parrandear. En una de esas visitas se encontró con Juan Chiquito —hombre de baja estatura y contrapunteador afamado, que se había enfrentado a cantantes como José Romero Bello y Antonio Varcey. Se fajaron en un contrapunteo apenas reventó el arpa. Al comienzo Juan Chiquito quiso aventajar al coplero Arismendeño, para darse cuenta a los pocos minutos que el contrario no era comida de viernes. Luis Hernández sólo tomaba caña clara ‘recreo’, y cuando hizo esa exigencia, uno de los concurrentes salió rápido a comprar una ‘carterita de caña’. El encuentro que había empezado por la tarde se prolongaba bien entrada la noche. En un breve receso, Juan Chiquito atravesó la calle para compran un refresco, dizque para aclararse la garganta, cuando uno de los de su comitiva lo abordó.
 — ¿¡Epa Juan, tú como que vas ido!?
—¡Sí chico, yo voy ido! ¡Ese viejo canta demasiado! ¡No hay manera de ganarle!
Luis Hernández no llegaba todavía a los cincuenta años, pero su experiencia y habilidad en producir versos acomodados era inigualable e inaguantable.
A Juan lo regresaron a la tarima y tuvo que cantar unos dos golpes más antes de retirarse de la difícil contienda.

A partir de ese momento empezó a formarse la leyenda sobre la figura de Luis Hernández, expresada a través de lo que se llama folklore: coplas sueltas que volaban por el llano y se decían en fiestas y reuniones:

Dicen los que estaban viendo
Fajarse con Juan Chiquito
Que este no se fue corriendo
Pero le faltó poquito.

Galantón, un cuenta cuentos de Arismendi nos regala unas coplas de don Luis:

Y Juan Chiquito en Achaguas
Y Juan Chiquito en Achaguas
Me saltó las talanqueras
Y el tuerto Nelson Morales en Arismendi
Se me fue a la carrera
Y ahora a Luis Hernández María
Le quedó pelear con estos pollitos por fuera

“Siendo estudiante de la universidad de Carabobo —cuenta José Gabriel—, escuché en una emisora Valenciana la promoción del cantante Juan Chiquito en el Biglow Center, quien además era la figura estelar.  Yo que en mi juventud lo había visto cantar en Achaguas con mi papá, aproveché el momento para irlo a saludar. Después de una espera prolongada, entre una lluvia menuda, casi a la medianoche apareció el coplero Apureño, que en ese momento vivía en San Juan de los Morros. Al verlo lo reconocí. Atravesó la pista con un liquiliqui en un gancho. Al rato el animador dijo: Lo prometido es deuda. Ya se encuentra con nosotros el intérprete Apureño Juan Chiquito. El lugar se encontraba repleto de gente. Juan tenía su mesa apartada; se sentó con sus acompañantes alrededor de un servicio de whisky. Entonces yo fui a saludarlo.
—¿Cómo está Juan Chiquito?
—Muy bien —respondió—. ¿Y tú quién eres… de dónde eres chico?
—Yo soy de Arismendi. Te vine a saludar porque yo te vi cantando una vez en Achaguas con mi papá Luis Hernández.
—¡Carajo Chico! ¿Dónde está ese hombre?
—Él vive en Arismendi.
Juan se levantó y me busco una silla, a la vez que me sirvió un vaso de whisky.
—Don Luis es un coplero completo. Es un hombre con muchos recursos en el contrapunteo —dijo Juan Chiquito mientras saboreaba un trago de whisky”.
Una Semana Santa —ya Luis estaba bastante viejo, retirado de las labores del campo; vivía en la casa de su mujer Agripina en la calle ‘comercio’—, llegaron varias personas al “Corroncho” preguntando por la casa del famoso coplero. Alguien lo remitió al hijo, José Gabriel, que se encontraba en el lugar. Este los llevó a la casa del padre. Después del saludo uno de los visitantes le preguntó a don Luis si por casualidad no tenía algo escrito, una canción que se pudiera grabar.
—No chico, yo no pierdo el tiempo en esas pendejadas —respondió Luis en tono muy normal—. Yo lo que necesito es que reviente el arpa para empezar a producir.

Juan Zorro, remontándose en el pasado, dice: “Don Luis estaba viejo, con dolencias, pero con una mente muy lucida. Yo presencié ese encuentro con el afamado y recio coplero Agustín Díaz, venido de la zona de Mata Larga. Antes ya habían tenido varios encuentros en distintos pueblos y caseríos. Al verse se dieron un abrazo. Conversaron y recordaron sus buenos tiempos. Entonces Luis dijo:
—Mira Agustín, será que si yo mando a buscar un arpa, ¿podríamos cantar un rato?
—Mándela a buscar.
Apenas apareció el arpa se fajaron; después de un buen rato de intercambiar versos, Luis le dijo a su hijo José Gabriel:
—Será que me puedes conseguir un machito de ‘recreo’.
—¡Pero papá si usted hace tiempo que no toma licor!
—¡Vaya y consígamelo!
Yo aproveché y mandé a Cristóbal Leañez —dice Juan— para que me comprara unas cervezas frías. Apenas me las trajeron y le ofrecí una a Agustín.
—No chico, yo no tomo cerveza fría.
Entonces le dije a Cristóbal que me consiguiera una cerveza natural.
Cuando llego el aguardiente ‘recreo’ Luis Hernández lo destapo, impregnó un pañuelo con el licor transparente y se lo pasó por la cara, oliéndolo solamente… y continúo el contrapunteo que se prolongó hasta altas horas de la noche. Creo que fue la última vez que cantó con un coplero completo y afamado.
En una ocasión le pregunto a don Luis que cual había sido el mejor coplero que le había tocado enfrentar.
—¡Carajo chico! Yo he cantado con la mayoría de los buenos y con los malos, toditos; pero al hombre que yo le reconocí, estando aún joven, fue a Amalio Farfán. Tuvimos una semana cantando y salimos abrazados de la fiesta”.

Luis Hernández fue un hombre que tuvo mucha facilidad para comunicarse con sus hijos y la familia. Él poseía un carácter fuerte, que lo hizo ser muy estricto, pues no comulgaba con las cosas malas. Pero su humildad era tanta que nunca quiso ganarle o humillar a un oponente. Y como nunca quiso ser el primero en el contrapunteo, ese fue su premio mayor: ser el primero. Quien tuvo la dicha de escucharlo cantar sabe que no hacia esfuerzo en lanzar coplas que divertían y entretenían, pero que a la vez instruían, su don.

Su muerte acaeció Arismendi el 17 de agosto de 2001, agobiado por las dolencias de la edad avanzada. 

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Les recomiendo a mis amigos del mundo visitar la página Web de “La Fundación Mundial para las Ciencias Naturales”: www.naturalscience.org/es
Mi segundo Blog: cronicasdearismendi.blogspot.com
Y como un regalo especial los remito al artículo: “Una Brújula Moral para el Viaje de la Vida”.

Domingo, 22-11-2018
Zordy Rivero, Cronista

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