domingo, 30 de septiembre de 2018

VIDA ECOLÓGICA


Uno de los gratos recuerdos de mi infancia era ver, a la caída de  la tarde, la presencia de incontables libélulas (caballitos) sobrevolando el patio de mi casa en la calle Banco Alto de Arismendi. En aquellos lejanos días no comprendía el significado de dichos vuelos. Ahora sé que se alimentaban de los miles de mosquitos (zancudos) que por la tarde invadían nuestras casas, provenientes de los montes y estanques aledaños. Extraño a estos nobles insectos, que nos ayudaban a liberarnos de enfermedades desconocidas en nuestra época, como son el dengue, Chikinguya y Sika, cuyo vector y transmisor es el mosquito patas blancas. ¿Qué sucedió con las libélulas; por qué desaparecieron? La causa principal se debió a los insecticidas regados en las zonas de cultivos; y en las mismas casas donde entraban para atrapar su comida; sólo que las paredes estaban impregnadas de aerosoles venenosos.

Y ahora, ¿quién controla el exceso de población de mosquitos en caseríos, pueblos y ciudades? Esa función le ha quedado a los murciélagos. El problema, nada fácil para ellos, es que en el  Llano estas criaturas son perseguidas por el hombre para darles muerte, a causa de una especie que se alimenta de la sangre de animales. Esto es cierto, pero también es cierto que existen especies que se alimentan de insectos y frutas. El llanero sencillamente no discrimina y persigue a estas criaturas, sean dañinas o útiles al hombre.

Algo parecido está sucediendo con una especie de lagartijas que en el Llano es conocida como Tuteque. Este se alimenta de insectos que son dañinos para los cultivos, pero existe la creencia generalizada que cuando el Tuteque muerte a un caballo o una res le inyecta un veneno que le causa la muerte al animal. Estas lagartijas son capaces de percibir el pensamiento poco amigable —vibración— del hombre que anda en su montura y que permanentemente está asociado con el ganado. En conclusión, la desarmonía de la naturaleza con el hombre se debe a la falta de amor de este último hacia la demás vida en la tierra. Así es, la falta de amor genera desarmonía y desequilibrio y finalmente confrontación.

Hace varios años escribí un artículo sobre “La Fiebre Hemorrágica de Guanarito”, que es la consecuencia directa de haberse exterminado la casi totalidad de la población de culebras en esa entidad Llanera. El uso de rastras, rolas y herbicidas hizo el trabajo, generando la proliferación de ratas, transmisoras de la enfermedad. Cada año mueren un promedio de veinte (20) personas en edad productiva. Sólo las culebras eran capaces de sacar a las ratas de sus agujeros. Actualmente los Guanariteños lo entienden pero no han hecho nada para remediarlo. 

Una vez más se demuestra que si no armonizamos con la Naturaleza, nuestras vidas también sufren las consecuencias de ese desequilibrio, que nosotros mismos hemos creado. Cuando viví por más de cinco años en las serranías de Curbatí-Pedraza, la proliferación de culebras mapanares era tanta que no me quedó más que negociar con ellas. Les decía —cuando las sacaba de los rincones de la casa para devolverlas a la montaña— que una vez que me limpiaran mi vivienda se fueran a su hábitat; así evitaríamos cualquier enfrentamiento, pues yo no deseaba causarles daño, y ellas lo sabían porque nunca maté una culebra que hubiese encontrado en mi camino. Sólo tenía la precaución de prender una linterna cuando bajaba  de mi cama durante la noche… y tal vez no me crean, pero se hicieron mis amigas.  

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A mis lectores del mundo les recomiendo visitar la página Web de “La Fundación Mundial para las
Ciencias Naturales”: www.naturalscience.org/es
Mi segundo Blog: cronicasdearismendi.blogspot.com
Y como un regalo especial los remito al artículo: “Una Brújula Moral para el Viaje de la Vida”.

Domingo, 30-09-2018
Zordy Rivero, Cronista

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