Siempre recuerdo a aquella señora que poseía
un jardín en el patio de su casa y que era un portento para toda la comunidad. Que
¿cómo lograba mantener el jardín tan hermoso y lozano durante todo el año?, era
un secreto que sólo ella conocía. Un día le pedí que me dejara tomar unas fotografías
a su rosal. Después de tomarlas, ella se me acerco y me habló de su secreto:
—Yo poseo una sociedad con las palomas caseras.
Ellas me visitan todos los días, buscan en mi jardín y encuentran un kilo de
maíz regado entre las matas. Comen y se van, pero durante el día van y vienen
escudriñando, buscando algunos granos escondidos; luego, por la tarde van a sus
dormitorios, pero antes me han dejado su abono como un regalo inapreciable.
Además —continuó—, conozco de buena fuente que el protector de las torcazas es
San José, el padre del Amado Jesús, de modo que existe entre nosotros un
convenio tácito: Él me cuida mi jardín y yo sus aves.
Muchos viejos del llano adentro (tierras
bajas) saben que, donde habita la culebra
de agua, siempre se mantienen vivos los manantiales. En el pasado muchos
criadores mataban estas culebras y al poco tiempo se secaban sus lagunas, hasta
desaparecer, invadidas por las malas hierbas. Sufría el ganado y muchas
criaturas que viven en estado salvaje. Ahora, después de un duro aprendizaje,
las protegen y prohíben la pesca en estos reservorios de agua, para que no les
falte su alimento. Conozco un campesino que posee un préstamo pequeño dentro de
su heredad, donde vive una familia de culebras
de agua. Él cercó con alambre de alfajor el pequeño estuario como una
medida de protección. Extrae el agua para su ganado con la ayuda de un motor de
gasolina y una manguera, y lo lleva a un estanque cercano a su casa, donde su ganado
no se exponga a la tentación de una constrictora. Siempre se podrá convivir con
los habitantes de la Naturaleza, si existe, en primer lugar, respeto hacia
ellos y, en segundo término, si les tenemos amor, pues en gran parte nuestra
vida depende de la vida animal salvaje, que contribuye a mantener el equilibrio
medio-ambiental.
El patio de nuestra casa en Valencia está
cubierto de una espesa vegetación y en ella habitan muchas termitas que siempre están atacando los mangos, aguacates y
guanábanos. Pero también viven en ese espacio las hormigas coloradas que son muy territoriales. Observando el comportamiento
de ambos vecinos, un día decidí echarles comida a las hormigas al pie de los grandes
árboles. Ahora las termitas se han retirado a otro lugar donde no causan daño.
En una conferencia impartida por una ambientalista
Valenciana, refería, indignada, que qué derecho teníamos nosotros de matar a
las cucarachas. Ese pensamiento me inquietó por un tiempo, hasta que inventé
una trampa atrapa cucarachas. Luego las lanzo al patio donde entran en el mundo
competitivo descrito por Charles Darwin y expresado a través de ‘la
supervivencia del más apto’ o como dijo otro científico: ‘La supervivencia del
que mejor se adapta’. Ahora las lagartijas las persiguen como un bocado delicioso,
pero ellas a la vez limpian el patio de desechos y desperdicios, y de esa
manera contribuyen al equilibrio en general.
*
Dedico este artículo a la Amada Madre Tierra
en su mes de Aniversario.
A mis lectores del mundo les recomiendo
visitar la página Web de “La Fundación Mundial para las Ciencias Naturales”:
www.naturalscience.org/es
Mi segundo Blog: cronicasdearismendi.blogspot.com
Y como un regalo muy especial los remito a
“Una Brújula Moral para el Viaje de la Vida”.
Val, 14-04-2017
Zordy Rivero
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