sábado, 27 de septiembre de 2014

HIJOS ILUSTRES DE ARISMENDI II

Salí de Arismendi vía Guanarito el 17 de septiembre de 2014 a las siete de la mañana. Había llovido en la madrugada, pues la vía se encontraba húmeda y llena de agua empozada. Resultó un viaje difícil y controvertido. Después de haber pasado el pueblo de La Capilla mi moto entró en un lodazal que había perdido el granzón, resbalé y caí. Afortunadamente llevaba una velocidad mínima y no presenté lesión alguna. Con dificultad levanté la moto y la saqué del barrizal, no obstante me encontré en el mismo lugar con dos motorizados que iban en sentido opuesto, y ni siquiera me preguntaron si me había aporreado; luego pasó un señor en un carro pequeño y tampoco se dignó en mostrar preocupación por mi bienestar. Es parte de la insensibilidad del campesino que se ha venido perdiendo en esta era tecnológica, pero que no tiene ninguna justificación. Desde pequeños, en el hogar y en las escuelas, a los niños les dicen que no confíen en personas extrañas. El campesino del siglo pasado era muy atento, servicial y solidario, y el problema de un hermano o paisano era como suyo también. Faltando 12 kilómetros para llegar a Guanarito mi moto sufrió un desperfecto; permanecí al frente de una finca llamada Casa Blanca dos horas y nadie se dignó en acercarse y preguntar qué me había sucedido. Aun cuando tenía mucha sed no logré que me dieran agua. Una llamada que le hice a mi amigo Yánez Lansoza logró que un mototaxista me auxiliara, conduciéndome al pueblo. El joven mecánico Josué Lansoza -estudiante de ingeniería Mecánica- a quien le estoy agradecido, se encargó de la reparación de la moto. Cuando llegué a la casa de Nieves, él me regaló un fuerte abrazo, como siempre lo hace cuando nos vemos. Si nos encontramos tres veces el mismo día son tres abrazos que nos damos. Es como un padre para mí. De modo que la amargura del viaje se desvaneció con la presencia del viejo de 90 años y su alentador calor humano. También mis agradecimientos al profesor y escritor de literatura folclórica Ángel Lansoza, quien me cargó en su moto por todo el pueblo buscando los repuestos.

Hijos Ilustres de Arismendi 02
NIEVES LANSOZA, EL MEJOR MACHETERO DE ARISMENDI. Nieves nació el 05 de agosto de1924 en Jabillar, vecino de La Unión, pero él se crio en Caño Seco, en una zona llamada Piñonal, muy cerca de San Jaime, y éste era un pueblito en franco deterioro y a punto de desaparecer. De Piñonal la familia se mudó a Camaguán donde vivieron una larga temporada, después se casó con María Tomasa Yánez, de 22 años, la cual conoció en esa costa que llaman La Boca de la Perra, más acá de Camaguán. Nieves contaba con 25 o 26 años. Tuvo 16 hijos, 14 con Tomasa y dos con otra mujer. Después se fue a vivir cerca de La Unión, en el Paso El Cangrejo. Llegó a Arismendi el año de 1955 y venía del paso El Ocumo, donde vivió un tiempito, y refiere que esas tierras pertenecían a Rafael Matute y Manuel Antonio Matute. El encargado era Pancho Barrios, que se hizo muy amigo suyo. En los días de su llegada a Arismendi era presidente del concejo municipal Leoncino Páez que vivía con una hermana del maestro Cuchurro. El síndico del concejo era Pedro Escalona y el secretario Juvenal, un catire de pocas carnes. Dice que no recuerda el apellido. Ya estaba el limpio de lo que sería el aeropuerto. En 1956 lo emplearon como celador, es decir, el encargado de sacar el ganado de la pista para que las avionetas aterrizaran sin ningún riesgo. Al año siguiente se empezó a cercar la pista de aviación y Nieves fue uno de los trabajadores. En 1973, 18 años después,  se marcha con la familia a vivir a Guanarito, buscando mejoras de vida y la facilidad de estudios para sus hijos.


Nieves Lansoza en su casa de Guanarito



A Nieves Lansoza se le conocía como el mejor machetero de Arismendi. No hubo una persona que le saliera adelante en una tarea. En una ocasión su hermano Agustín trató de sacarle ventaja y por poco tiene un percance con la muerte. Se desmayó en medio de la rastrojera, y sólo recobró la cordura y el color después de tomar un guarapo de papelón que le sirvieron las mujeres de la casa, entre llantos y gritos. El secreto de ser un excelente machetero, refiere, era que su mujer lo cuidaba mucho y lo tenía bien alimentado, además sus machetes bien amolados en número de hasta cinco no lo dejaban quedar mal. Pero el verdadero secreto consistía en no dar dos machetazos en el mismo sitio. Uno era suficiente y así avanzaba indeteniblemente. Pero no sólo en el campo era un trabajador exitoso, sino en todos los ámbitos de la vida social. Esta cualidad extraordinaria de ser el primero en todos los trabajos le granjeó mucha envidia, incluso de familiares cercanos.

Poco antes de mi regreso a Arismendi Nieves me hizo una confesión preocupante: Amigo Zordy, tengo la impresión de que voy a morir solo en esta casa inmensa, pues la mayor parte del día la paso en la más completa soledad. Lo alenté para que se quitara esa idea de la cabeza, ya que él como buen cristiano que era, Dios no permitiría encontrarlo en la soledad de su casa a la hora del viaje final. Eso no iba a suceder. Nieves tiene ochenta nietos y al menos cuarenta bisnieto y sin embargo la soledad es su perenne compañera, después de la muerte de su esposa hace catorce años.

San Diego, 24-09-2014
Zordy Rivero,  Cronista

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