sábado, 20 de julio de 2013

LO QUE DEBE HACER UN CRONISTA DE ARISMENDI



El municipio Arismendi con sus tres parroquias conforman  un pueblo llanero pluricultural, debido a que siempre ha recibido influencias de otros Estados que no se relacionan directamente con nuestra ciudad capital, Barinas. Con esto quiero dejar entrever que las crónicas hay que buscarlas en Guanarito, Ospino, El Baúl, Calabozo, Camaguán, San Fernando de Apure, Achaguas  y Apurito. La mayoría de los Curas que venían a nuestros pueblos en temporadas de fiestas patronales, se llevaban sus libros de bautismos a sus lugares de procedencia, y allí permanecen a la espera de darlos a conocer. Con los pueblos mencionados hemos tenido relaciones comerciales, culturales y religiosas desde su fundación. Existen caseríos como San Jaime y San Pablo Vivero que tienen su propia historia, y que para el común de la gente son extrañas o desconocidas. Tuvieron en días lejanos su esplendor, que trascendió a la historia. También existen personas que han ocupado un lugar preeminente en el país y que nacieron en este terruño y estudiaron en nuestras escuelas; a ellos hay que darlos a conocer. Los muchos políticos, ya viejos, y que en el siglo pasado hicieron su aporte a la comunidad, hoy, en su gran mayoría, se mantienen en el olvido.

Sólo mencionaré algunos de los paisanos más recordados que pasaron por Arismendi, y que perduran en la memoria de quienes compartieron momentos gratos con tan singulares personajes: El Padre Acero, un sacerdote viejo muy simpático que estaba convencido de la transformación de los pueblos por la obra de Dios, y creó en la gente que lo escuchó, una conciencia diáfana y de justicia apegada a la verdad. Don Pedro Daza, un cuentacuentos muy singular, que poseía los perros más famosos de Yacural y sus alrededores, entrenados para que pescaran cachamas por su propia cuenta. Pedro Vicente Venero, un coleador muy enamorado, que cuando se fue haciendo viejo enseñó a su hijo Pedrito a colear desde un carro Toyota a toda carrera, en plena sabana. La primera vez que el joven lo intentó, en un movimiento brusco, salió pegado de la cola de una vaca, quedando como una berenjena, y que dicho acto  por poco le cuesta la vida. Ramón Sabino Daza, alias Cirolo, que se inició como espantapájaros en el fundo El Tigre, propiedad de don Gustavo E. Pinto, el dueño original de “La Casa del Pueblo”. Después lo ascendieron a cocinero y cuidador de casa. Un real al día y la comida era la paga. Mi padrino Ramón Mendoza, que aún vive con el padecimiento de la artritis, especialista en hacer las mortajas a los difuntos y a la vez veterano rezandero, quizás el hombre que ha tenido más ahijados en Arismendi, y que después se dedicó a cuidar fincas y sobador de entuertos. Flor Cancines, mejor conocido como El Loco Flor, cuya afición era pelear y demostrar su hombría en pueblos y caseríos por donde pasaba. Muchos iban a las fiestas sólo por verlo pelear. Si el contrincante no era muy resistente no le quedaba otra alternativa que pedir perdón y darse por vencido o correr cuando se le presentaba la oportunidad. Roger Rojas Tarazona, salido de la primera promoción de médicos de la universidad de Carabobo, uno de los primeros médicos que vino a hacer su año de ruralidad en su pueblo natal (cumpliendo una promesa), y que en mal momento la gente lo sacó de la comunidad, quizá porque se negó a hacer lo que pedían o decían los “mayorales” de la época, también llamados caciques.

Estas historias y muchas más se irán escribiendo para darlas a conocer de una manera más amplia. Muchos nombres quedan por mencionar, pero en el devenir del tiempo los iré dando a conocer, con sus anécdotas y vivencias.

Arismendi, 16-09-2012
Zordy Rivero,  Cronista

No hay comentarios:

Publicar un comentario