A unos dos kilómetros, aguas arriba del rio Guanare,
se formó una boca o vertiente que con el tiempo dio origen a un caño muy
caudaloso, tanto así que se hizo navegable para los campesinos que vivían cerca
de su recorrido. En la medida que se prolongaba por montes, esteros y sabanas, iba
tomando el nombre de los predios por donde pasaba: El Cabestro, Caño el Tigre,
Caño Marín.
A comienzos del siglo XX ya existía, y nació en
tierras de Marcos Lucena. En un principio fue como una bendición para los
campesinos de la zona, que podían llevar el producto de sus cosechas hasta el
propio Arismendi. Las canoas llegaban a la calle Banco Alto (Andrés Bello) con
la Avenida Sucre. En ese paso existía un árbol de cañafístula que daba sombra a
los viajeros, y donde amarraban sus canoas. También había un caserón de techo
de zinc y paredes de barro propiedad de Serano Tacoa y otra casa cuyos dueños
eran Ramón Aparicio y su esposa Luperca.
Pero de ¿dónde
venían esas aguas que visitaban al pueblo hasta su calle principal? De una
vertiente del Cabestro que pasaba por detrás del cementerio, recorriendo
tierras de Pedro Bolívar. Esas aguas seguían su curso hacia las tierras bajas
por una caño de menor caudal que se llamó “El Caño de Aparicio”, ya que
atravesaba un potrero de su propiedad; todavía existe una especie de canal que limita
la popular barriada ‘Alberto Arvelo Torrealba’.
En la medida que
el caudal del Cabestro fue aumentando se convirtió en un problema, debido a que
por sus aguas, además de circular canoas, entraron caribes, rayas, tembladores,
babos y hasta caimanes; fue mucho el viajero que desapareció en su vientre
tratando de atravesarlo a nado en lo más crudo del invierno. En la década de
los sesenta se levantó una casita en honor a un ahogado en el paso de ‘El Tigre’,
fundo propiedad de Gustavo Emilio Pinto. Ese difunto a decir de los habitantes
de las ‘Calenturas’, se hizo milagroso, de modo que casi con seguridad, el que
pasaba por el lugar, al menos le hacía una reverencia al muerto, o le pedía
buen viaje y hasta una plegaria de sanación; o prometía una ofrenda a su
regreso del pueblo. En esa casucha casi siempre hubo una vela prendida, monedas
de plata, alguna cruz de hojas de palma.
Los campesinos
afectados por la agresividad del Cabestro se reunieron y tomaron la decisión de
taparlo en la entrada del Guanare. Unos se quejaban de las pérdidas de
gallinas, marranos y hasta becerros; otros de inundaciones. Ya levantada la
tapa, sólo crecía en invierno con los grandes aguaceros. Después los conuqueros
atravesaron alambradas para separar sus propiedades.
Hoy solamente
queda el recuerdo de lo que fue un caudaloso caño, que un día se hizo
peligroso, y otro día empezó su muerte y desaparición decretada por el hombre.
El que pescó y se bañó, o anduvo en sus aguas, hoy en la vejez, reconoce los
bajíos llenos de arena, pastos y matorrales, como resabios de un caño que quiso
ser río.
*
A mis lectores
del mundo les recomiendo visitar la página Web de “La Fundación Mundial para
las Ciencias Naturales”: www.naturalscience.org/es
Mi segundo Blog:
cronicasdearismendi.blogspot.com
Y como un regalo
especial los remito al artículo: “Una Brújula Moral para el Viaje de la Vida”.
Lunes, 23-07-2018
Zordy Rivero, Cronista
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