miércoles, 4 de abril de 2018

Cómo Ayudar a la Madre Tierra IV


Siempre recuerdo aquel cuento que se hizo muy popular en una época lejana allá en el llano. Se trataba de varios científicos venidos de la capital —en pleno verano—, expertos en asuntos meteorológicos. Llegaron a casa de una humilde señora muy dada a la hospitalidad. Por la tarde, después de la comida, ella les dijo:
—¡No cuelguen en los ‘palos’ del paradero porque se van a mojar con el aguacero de la madrugada! ¡Cuelguen en esta sala!
—Nos va a disculpar señora, pero con este cielo despejado y este viento seco es difícil que llueva; además, no olvide que nosotros somos expertos en cuestiones del tiempo.

—Bueno, yo solamente los estoy alertando para que después no anden echando carreras… descolgando chinchorros y mosquiteros.
No hicieron caso y acomodaron sus hamacas entre la arboleda, cobijados por las sombras de la noche y las chicharras veraneras.
En plena madrugada empezó a llover, escuchándose en el paradero el ir y venir de gentes con linternas, dando gritos, órdenes y contraórdenes.
Amanecieron sentados en un banco, tiritando de frío. La señora se levantó en silencio y les preparó un café. Al poco rato uno de los científicos le preguntó:
—¿Cómo hizo usted, señora, para saber que iba a llover en la madrugada?
—¿Acaso no vieron al burro revolcándose en el paradero ayer por la tarde?
—¡Vaya, lo que nos faltaba! —dijo uno—. Mejor será que nos vayamos ahora, pues aquí los burros saben más que nosotros.

La Naturaleza está plagada de señales que les hablan a las personas que posean la suficiente acuciosidad para percibirlas cuando se presentan. El burro, a través de un mecanismo desconocido, percibe la llegada de un aguacero, o quizás, sólo sea que capte un cambio en las ondas electromagnéticas naturales de la tierra. El caso es que él se da un baño de tierra mucho antes, y cuando llueve, su cuerpo conserva una fina película de barro que le sirve de repelente para los mosquitos, que tanto abundan en el llano.

También una conducta similar la observamos en los chivos. Estos animales tienen una aversión a las lluvias, de modo que los campesinos se ven obligados a hacerles casas para que pasen la noche bajo resguardo. También les sirve de protección contra animales salvajes y otros no tan salvajes. Cuando los chivos presienten la caída de un aguacero, no salen a pastar, hasta tanto no pase la amenaza. Y en invierno pueden pasar todo un día sin comer, molestándose entre ellos y mirando el cielo. Un campesino alerta, al observar este comportamiento, sabe que es un día adecuado para mantenerse bajo el abrigo de su hogar. 

*
A mis lectores del mundo les recomiendo visitar la página Web de “La Fundación Mundial para las Ciencias Naturales”: www.naturalscience.org/es
Mi segundo Blog: cronicasdearismendi.blogspot.com
Y como un regalo muy especial los remito a “Una Brújula Moral para el Viaje de la Vida”.

Miércoles, 04-04-2018
Zordy Rivero, Cronista

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