Siempre recuerdo aquel cuento que se hizo muy popular
en una época lejana allá en el llano. Se trataba de varios científicos venidos
de la capital —en pleno verano—, expertos en asuntos meteorológicos. Llegaron a
casa de una humilde señora muy dada a la hospitalidad. Por la tarde, después de
la comida, ella les dijo:
—¡No cuelguen en los ‘palos’ del paradero porque se van
a mojar con el aguacero de la madrugada! ¡Cuelguen en esta sala!
—Nos va a disculpar señora, pero con este cielo
despejado y este viento seco es difícil que llueva; además, no olvide que
nosotros somos expertos en cuestiones del tiempo.
—Bueno, yo solamente los estoy alertando para que después
no anden echando carreras… descolgando chinchorros y mosquiteros.
No hicieron caso y acomodaron sus hamacas entre la
arboleda, cobijados por las sombras de la noche y las chicharras veraneras.
En plena madrugada empezó a llover, escuchándose en
el paradero el ir y venir de gentes con linternas, dando gritos, órdenes y
contraórdenes.
Amanecieron sentados en un banco, tiritando de frío.
La señora se levantó en silencio y les preparó un café. Al poco rato uno de los
científicos le preguntó:
—¿Cómo hizo usted, señora, para saber que iba a
llover en la madrugada?
—¿Acaso no vieron al burro revolcándose en el
paradero ayer por la tarde?
—¡Vaya, lo que nos faltaba! —dijo uno—. Mejor será
que nos vayamos ahora, pues aquí los burros saben más que nosotros.
La Naturaleza está plagada de señales que les hablan
a las personas que posean la suficiente acuciosidad para percibirlas cuando se
presentan. El burro, a través de un mecanismo desconocido, percibe la llegada
de un aguacero, o quizás, sólo sea que capte un cambio en las ondas
electromagnéticas naturales de la tierra. El caso es que él se da un baño de
tierra mucho antes, y cuando llueve, su cuerpo conserva una fina película de barro
que le sirve de repelente para los mosquitos, que tanto abundan en el llano.
También una conducta similar la observamos en los
chivos. Estos animales tienen una aversión a las lluvias, de modo que los
campesinos se ven obligados a hacerles casas para que pasen la noche bajo
resguardo. También les sirve de protección contra animales salvajes y otros no
tan salvajes. Cuando los chivos presienten la caída de un aguacero, no salen a
pastar, hasta tanto no pase la amenaza. Y en invierno pueden pasar todo un día
sin comer, molestándose entre ellos y mirando el cielo. Un campesino alerta, al
observar este comportamiento, sabe que es un día adecuado para mantenerse bajo el
abrigo de su hogar.
*
A mis lectores del mundo les recomiendo visitar la página Web de “La
Fundación Mundial para las Ciencias Naturales”: www.naturalscience.org/es
Mi segundo Blog: cronicasdearismendi.blogspot.com
Y como un regalo muy especial los remito a “Una Brújula Moral para el
Viaje de la Vida”.
Miércoles, 04-04-2018
Zordy Rivero, Cronista
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