jueves, 15 de marzo de 2018

EL CARGO DE CRONISTA ¿MITO O REALIDAD?

He llegado a saber que el Cargo de Cronista municipal es de una importancia transcendental para los pueblos que tienen el privilegio de poseerlo. Pero ese merecimiento no es comprendido aún por la mayoría de los regentes de la Cámara municipal, ni por la imaginación popular, que no tiene límites cuando se le ha dado la libertad de soñar. Ese misterioso Cargo cuenta con el aval del ‘Gran Espíritu del Pueblo’, representado por todas las personas que nacieron, vivieron y murieron en Arismendi, desde su fundación hasta el presente. Estos espíritus están deseosos que se escriba la historia de la que fueron protagonistas, y que todavía está palpitante en las mentes y corazones de sus habitantes.

Las tribus indígenas de Norteamérica y Suramérica, incluyendo Mesoamérica, conocían y le rendían culto a ese ‘Gran Espíritu’. Los ancianos de las tribus canalizaban los consejos, directrices y sabiduría de sus ancestros, que servía a la comunidad para tomar decisiones que implicaban el bienestar de las mayorías. Se llegó a decir que el Cacique o Jefe de una tribu era elegido y apoyado por ese ‘Gran Espíritu’ que le daba sabiduría y poder para encaminar a sus gentes hacia la grandeza.

Al recibir el cargo de Cronista Oficial de Arismendi, yo en mi inocencia, invoqué la ayuda y sabiduría de mi amiga doña Dama Cordero, Gregoria Rivero (mi madre), Macario Rivero (mi abuelo), López Ceballos, Eliecer Román, Gustavo y Heriberto Pinto, José León Herrera, Máximo Mercado, Eduardo Nieves, Santiago Pérez, Félix Márquez, Pedro Rico, Pedro León, El Negro Mirabal, José de La Cruz Celi, Ángel y Jesús María Domínguez, doña Segunda, Benjamín y Gilberto León, Guillermo Echandía, Pedro Daza, Santo Escobar, Baldomero Barco, Lucas Rojas, Cornelio Venero, Carlos Michelena, José Venero y un centenar más. Ahora, ante mi promesa con los pioneros, sólo me queda seguir escribiendo las crónicas de mi pueblo hasta que sea llamado a unirme a los que ya partieron en lejanos días, con la firme esperanza de no quedarles mal ni en pensamientos ni en obras.

Nadie quisiera estar en la piel de las personas que han interrumpido la labor de un cronista en cualquier municipio del país. Estos seres desencarnados, que un día vivieron, trabajaron y sufrieron en sus pueblos, y a la vez ayudaron a su desarrollo, se convierten en saboteadores o perturbadores de las vidas de concejales, alcaldes, allegados y familias. La estadía en la tierra de estas infortunadas personas se hace tan insoportable e invivible, que los más incrédulos terminan creyendo, aunque a veces ya muy tarde… y si no corrigen esta situación a tiempo, es porque desconocen la existencia de ese poder latente pero real; pues este ‘Gran Espíritu’ jamás cejará en su intención, y es que se escriba la historia del pueblo que ellos ayudaron a cimentar. De ahí que se haya dicho en algún momento y lugar que la historia del pueblo es sagrada como una preciada joya de incalculable valor.

Pero es que la historia de los pueblos, escrita en forma de crónicas es parte de esa sabiduría que debe conocerse, pues de otra manera, su desconocimiento llevaría a repetir los mismos errores que un día, en el pasado, se cometieron; y este es motivo suficiente para pensar que en los municipios donde todavía no existe la figura del cronista, el avance o progreso del mismo —sea material o espiritual— no es tan fructífero como el que ya goza de él; pues un pueblo huérfano de historia es como si no acabara de despertar de un sueño que se prolonga en el tiempo del olvido.

Leer y estudiar la vida y obra de nuestros predecesores es una experiencia tan extraordinaria y gratificante que el sólo hecho de pensar en su inexistencia es como un trauma que no tiene solución. Muchos de esos héroes y titanes de nuestro pasado glorioso, conociéndose, sería motivo de orgullo de la juventud que se abre camino en un mundo desordenado y loco. No imitar a nuestros ancestros es como detener ese ímpetu propulsor de pueblos y comunidades. Descubrir que en un pasado remoto tuvimos fundadores con una visión tan avanzada para la época, que al no poder asimilar nosotros sus enseñanzas en los momentos actuales, sería como un insulto a estos gigantes de nuestra historia.

Es inconcebible pensar en un estudiante, campesino, profesional o ama de casa viviendo en el silencio más absoluto de su historia nativa, que es como ver y sentir el orgullo doblegado en un eterno desamparo. Mientras no se rescate y se dé a conocer esa historia oculta, seguiremos teniendo una formación incompleta, quitándole esa noble exaltación al pueblo, que se proyecta en el futuro con la ausencia de una valiosa herramienta: su pasado.

Arismendi, 15-03-2018

Zordy Rivero, Cronista Oficial



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