lunes, 25 de diciembre de 2017

NARRATIVA

ABEJAS

Una sombra o una nube pasó por encima de la casa haciendo un ruido similar al de un torbellino, pero sin vientos ni movimientos de árboles. Se dirigió hacia las montañas dejando a su paso una quietud paralizante

El labriego fue alertado por el canto melancólico de una pavita que se había posado en el palo alto, cerca del potrero. Pensó en su familia lejana, en una noticia mala, en un enfermo de la comunidad. El ave quería comunicar algo que él no podía comprender de un todo. Después de saborear una taza de café hizo una cruz de ceniza en el patio para conjurar los malos espíritus. Luego salió con el machete hacia el rastrojo. Caminaba lentamente, añorando los mejores días de su vida pasada, cuando vivía con sus padres. Sí, recordaba que nunca hizo nada que se pudiera llamar útil o razonable o de importancia. Ahora vivía con una mujer amorosa y comprensiva, que incluso lo había enseñado a trabajar. A trabajar el campo: sembrar, levantar una casa, y hasta ser un líder en la comunidad. Todavía no habían logrado tener un hijo, pero qué importaba, eran jóvenes y sanos… ya vendría. Recuerda que cierta vez un hombre de la localidad le dijo que si no fuera por su mujer el sería un cero a la izquierda. Él se quedó callado un largo rato, sin mirarlo; sólo miraba el suelo. Al final comprendió que el intruso merecía una lección. Le respondió: “Para eso ella me tiene a mí”. Notó que el hombre movió levemente la cabeza, quizás confundido; quiso decir algo, pero tiró la vista a su frente y se retiró. Una mañana en que pescaba con otros amigos, le ajiló un bagre. Uno quiso pasarse de listo y dijo: “Es tan sortario que hasta una buena mujer tiene”. El respondió: El pez quería que yo lo sacara, por eso me eligió a mí. Con esas salidas imprevistas no dejaba espacio para la discusión.  La vez que bajaban mangos, uno grande cayó en el lomo de uno de sus amigos, y él aprovechó el momento para decir: La otra vez cayó un mango en mi  cabeza; un día antes había cometido una torpeza, de modo que le di las gracias al mango por corregirme.
Al llegar a la parcela clavó el machete en la corteza de un uvero, que se levantaba en una orilla del camino. Abrió el peine menudo hecho a propósito para que no entraran los burros. Descuidadamente y sin ninguna intención, alborotó un enjambre de abejas. Irritadas lo persiguieron, causándole picadas en todo el cuerpo. En su carrera hacia la casa ideó una maniobra salvadora que lo liberó del enjambre asesino. Entró en el paradero y pasó por el medio del rebaño de ganado. Con algunas avispas adheridas al cuerpo cayó en la cocina, a los pies de su mujer.

Durmió el resto del día y la noche completa, un sueño pesado parecido al de los agonizantes. En la mañana abrió los ojos y preguntó por las reses.

—Las abejas mataron un becerro dijo su mujer. Pensé que morirías. Todavía estás hinchado. Supe que vivirías cuando anoche pediste orinar.
 —¿Y la fiesta? ¿Se realizó?

En esa fiesta, donde usted era invitado especial, hubo una riña y murió una persona. Ahora si estoy convencida que usted es un protegido de Dios. Pues según comentan, el asesino iba por usted, arropado por el manto de la envidia y la mala intención.

*
A mis lectores del mundo les recomiendo visitar la página Web de “La Fundación Mundial para las Ciencias Naturales”: www.naturalscience.org/es
Y como un regalo muy especial los remito a Una Brújula Moral para el Viaje de la Vida (introduce en el Buscador solamente la palabra moral).

Val, 25-12-2017
Zordy Rivero

No hay comentarios:

Publicar un comentario