En una ocasión que hablaba con mi hermano el
poeta Adhely Rivero –ahora estamos un poco distanciados, quizás debido a los
cambios que han surgido en el país, y que alteran todo tipo de relaciones, que en
última instancia tiene que ver con el modo de pensar y sentir de cada
individualidad-, me dijo que había conocido un dueño de finca que un diciembre
invitó a sus mejores amigos para degustar una ternera asada, y que para su
extrañeza, le pertenecía a los cuatreros. Era una finca de doscientas hectáreas
y tenía alrededor de doscientas cabezas de ganado. En la celebración, y ante el
escozor de la curiosidad, el poeta le preguntó al anfitrión que le explicara cómo
era eso de una ternera perteneciente a delincuentes de ganado.
“¡Ah, entiendo! Yo en enero selecciono diez
reses de mi finca, que es el promedio que los cuatreros me sustraen cada año; pero como éste sólo se llevaron siete, decidí compartir una con ustedes,
mis amigos. Las otras dos las venderé para hacer unas reparaciones necesarias”.
También refería el poeta Adhely que en algunas
ciudades de España existen cafeterías donde la gente se toma un café y deja
otro pago, para un eventual cliente que esté en crisis económica.
Entonces yo aproveché la ocasión para referir
una situación similar de un parcelero, que en el momento en que le estaban
robando unos racimos de plátanos de su conuco, y siendo alertado por las
personas de la casa, dijo:
“A mí no me están robando; se llevan los de
ellos. Yo tengo dos siembras de plátanos, una para la casa y otra para los
ladrones”.
Era una manera de compartir y no confrontar
con el abuso de quien no tiene mucho qué perder.
Conozco de personas que planifican su vida
semanalmente de acuerdo con sus entradas de dinero, que no siempre son
abundantes. Dicen; para la semana disponemos de tanto para gastos. Al concluir
la misma, muchas veces compran media caja de cerveza y la comparten entre
ellos, saliendo así de una rutina que no es agradable por el hecho de estar
persiguiendo comida como si de una cacería se tratase.
También sé de un productor del campo que le
ofrece el pan a sus vecinos, sea yuca, ocumo, topocho, ñame, etc., siempre y cuando
le ayuden a mantener su conuco limpio y que estén disponibles a la hora de la
siembra. Es una especie de conuco comunal en el que todos participan, a la vez
que protegen el producto de sus esfuerzos.
Hemos hablado de tolerancia y amor compasivo o
el arte del buen vivir, y eso es bueno por la sencilla razón de que la
conciencia en el individuo se está elevando. Ya podemos ver familias compartiendo
sus alimentos con las aves; asistiéndolas, protegiéndolas, y eso suena o se ve
bien. No podemos pedir ayuda si nosotros no ayudamos a nadie, y tampoco podemos
pedir abundancia en nuestras vidas y en nuestras familias si no estamos
dispuestos a compartir o dar algo de nosotros, Así funciona el mundo, la vida,
pero todo comienza con nosotros, teniéndole amor a los otros, sean animales,
insectos, plantas, ríos o la Naturaleza.
*
A mis lectores del mundo les recomiendo la
página Web de “La Fundación Mundial para las Ciencias Naturales”:
www.naturalscience.org.es
Y como un regalo muy especial los remito a Una
Brújula Moral para el Viaje de la Vida; también en mi segundo Blog:
sabiduriamaestra.blogspot.com
Val,
03-09-2017
Zordy
Rivero
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