lunes, 20 de febrero de 2017

HUMOR Y VIDA III

Escuché en una ocasión a un paisano decir: “Para mí la vida sin humor no es vida”. Entonces, pongámosle humor a la vida:

Un viejo llanero va a la ciudad por primera vez, a pasar unos días con sus familiares. Al regreso visita a uno de sus vecinos que nunca ha salido del campo.
-¿Y cómo le fue en la ciudad, compadre?
-De maravilla, compa. Hay tanta gente y carros, como corocoras en las sabanas y caribes en los ríos. Fíjese que el primer día de mi llegada un camión me pasó por encima.
-¡Vaya! ¡Esa si es una noticia! Pero dígame, ¿y cómo fue que no le sucedió nada? porque yo lo veo completico.
-Afortunadamente, compa, yo me encontraba debajo de un puente.
-¡Ah! Menos mal, porque si no queda como bosta en paradero.
*
Dos viejitos iban en una buseta rumbo al Centro de la ciudad, cuando a medio camino se embarcaron dos jóvene que, pistola en mano y de manera muy decente, les pidieron -casi les suplicaron a los pasajeros- que les entregaran todas sus pertenencias.
“No queremos ser violentos con ustedes… coloquen todo en la cachucha del compañero”, dijo uno de los delincuentes.
El viejito del asiento trasero tomó su celular y lo dejó caer en el piso, entre sus pies; pero al notar al compañero que iba adelante, dispuesto a dejarse robar, dijo en voz alta:
“¡Tírelo compadre, tírelo, no se deje robar, tírelo!”. Y así repitió esa frase varias veces, hasta que los delincuentes, asustados y confundidos, emprendieron la huida.
Luego el viejito de delante se levantó del asiento y caminó hasta el del amigo, para reclamarle sobre la imprudencia de decirle que ‘tirara’ a los malhechores.
“Pero si yo sólo trataba de decirle que lanzara el celular al piso para que no se lo robaran, compa”.
Gracias a un malentendido, los pasajeros se salvaron de ser robados y uno de los viejitos fue agasajado como un héroe por sus compañeros de viaje.
*
Dos señores mayores fueron al Banco a cobrar su pensión asignada por el gobierno. Después de una cola de regular tamaño, pudieron cobrar y volver a sus casas. Ya en su parroquia uno le dijo al otro:
-Compañero, yo hice una cosa muy mala hoy en la ciudad.
-Y ¿qué fue lo que hizo?
-¡Pues que robe al Banco! Yo me traje una cajeta de chimó que tenían en la taquilla.
-Déjeme verla -la abrió y comprobó.
-¡Pero si eso no es chimó, compañero! Es la almohadilla donde se pone el dedo gordo de la mano.
-¡Caray!, y yo que pensaba que había hecho una gracia -dijo soltando una risita inocente.


*
Del pueblo de El Baúl salió una camioneta con destino a Arismendi, cargando una urna grande color caoba. Al lado, sentado en el plan, iba un hombre que había pedido pasaje con destino al pueblo. A penas salieron y empezó a lloviznar. El conductor sacó la cabeza y dijo en voz alta:
- ¡Amigo!, métase en la urna mientras llueve; no la cierre totalmente para que pueda respirar.
- ¡Está bien! ¡Gracias!
A poca distancia encontraron dos hombres jóvenes llevando agua; sacaron la mano y el auto se detuvo.
- ¡Una colita por favor!
- ¡Súbanse!
A la entrada del pueblo el hombre solitario golpeó el carro pidiendo que lo dejaran. Este se detuvo y esperó que el pasajero bajara; luego preguntó:
- ¿Qué sucedió con los dos jóvenes que venían con usted y que montamos cuando estaba lloviendo?
-Yo no vi a nadie cuando salí de la urna -dijo el hombre un poco desconcertado-. ¡Ah! Quizás se lanzaron del carro cuando yo saqué la mano de la urna para ver si seguía lloviendo.

- ¡Entiendo! -dijo el chofer arrancando, mientras soltaba una carcajada.
Val, 20-02-2017
Zordy Rivero

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