Los
rituales en los tiempos antiguos eran un componente dominante en aquella
sociedad, considerada, según mi parecer, más civilizada que la actual. Cuando
aquellos seres llenos de fe iban a realizar cualquier labor en la comunidad -celebrar
el nacimiento de un hijo, levantar una casa, cultivar la tierra-, casi siempre
practicaban un ritual, como una muestra de agradecimiento a nuestro padre Dios.
Me contaron
Juan Zorro y Carlos Moreno, nativos de Arismendi, que al terminar la
construcción de una casa se abría un hueco en el medio de la misma, el cual se
llenaba con brozas y retazos y después se tapaba. Pero antes de cubrirlo con
tierra se invocaba al Espíritu de la Casa para su protección permanente; además,
se le pedía al Espíritu que no permitiera la entrada de ningún tipo de plagas.
Misteriosamente los mosquitos se mantenían a su alrededor, haciéndoseles imposible
la entrada.
Mi madre
que tenía una relación muy personal con la naturaleza le hablaba a las plantas;
la escuché en una ocasión regañando una mata de rosa: Le dijo:
“No sé qué
pasa contigo; te trato bien, te riego a diario y te doy mi cariño, y jamás me
has regalado una flor. Si este mes no me das, aunque sea una rosa, te voy a
cortar, y luego te echaré a la candela”.
Una semana
después aparecía la primera rosa del rosal. Y de ahí en adelante vinieron
muchas más, hermosas y grandes.
Val, 01-03-2017
Zordy Rivero
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