sábado, 7 de octubre de 2023

DIARIO DE SUIZA 16

 Noviembre 2022

Viernes 11

Pasadas la 8 de la mañana llegó el señor Ludwig, de unos cincuenta años de edad, quien me llevó a la finca de Gottfried. Él habla inglés, con el cual nos entendimos un poco. Me dijo que él le trabajaba a Gottfried una vez a la semana. Cuando llegamos nos dirigimos a un depósito de herramientas de campo y nos cambiamos de ropa; yo me coloqué dos chaquetas para el frio. Le dije a Ludwig que todavía no había tomado café y me dijo que tenía que esperar hasta las 10 de la mañana.

Cuando viajo o recorro trayectos largos, normalmente no tomo café en casa, ya que me provoca abundante diuresis; para mí es bueno porque me baja la tensión arterial de una manera que me lleva a un estado de relajación, aun cuando sabemos que el café es un excitante nervioso. En mi caso particular, repito, me baja mucho la tensión por la abundante pérdida de líquido.

Nos montamos en un tractor y nos fuimos. Yo me encargué de recoger y enrollar varios mantos de fibras sintéticas donde se habían cosechado auyamas. Ludwig se dedicó a podar las matas de la carretera que comunica con la propiedad.  A las diez fuimos a tomar café, y dos horas más tarde regresamos para el almuerzo: ensaladas, garbanzos y carne en salsa. Luego de 45 minutos de siesta volvimos al trabajo, regresando a las 4:30. Nos cambiamos y ya cayendo la noche me llevó Ludwig a la casa de Paul, me bañé y luego el mismo Ludwig me condujo a una Oficina en Rotkreuz. Allí me esperaba Gottfried, que me hizo entrega de un libro titulado: “Vida Luminosa” de Jacob Israel Liberman con los coautores Gina Liberman y Erik Liberman; un regalo de mi querida amiga Rita a quien le debo mucho. En la Oficina surgió la idea de mi regreso a Venezuela, para que le hiciera entrega de los conocimientos adquiridos, a mis hermanos de la Hermandad de Valencia y Caracas juntos, en la medida de lo posible. Yo acepté esa propuesta y me preparé para el viaje de regreso, a buen tiempo, porque el frío aquí se está haciendo inclemente. En la misma Oficina se decidió que yo debía ir con María Alejandra (una margariteña de Venezuela) y Lukas a su casa en el Cantón Zug.

Esa misma noche Gottfried me llevó a casa de la familia Probst a buscar mi maleta y mudarme a la casa de María Alejandra, no obstante, ella no había llegado a su casa todavía, por lo que volvimos a la finca de Gottfried, hasta que una hora más tarde María Alejandra pasó por mí. Lamenté no haberme despedido de mi amigo Paul y su perro Kimo. Sólo me despedí de Elisabeth, quien fue muy atenta y amable conmigo.

Zordy Rivero

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