Mensajeros que nos Visitan
Contaba yo con unos once años cuando me
enamoré de una jovencita que estudiaba en mi misma escuela, cuya familia vivía
en la calle Banco Alto de mi pueblo Arismendi. En esos días tenía una bicicleta
que me servía para hacer los mandados de la casa. En las vacaciones la
chica de mis ojos iba con mucha frecuencia a visitar a sus abuelos en el campo
y eso era una situación casi intolerable para un joven enamorado. De modo que me
las arreglé para convencer a mi amigo Pedro Rodríguez para que me acompañara a
una fiesta en la zona de ‘Cobijita’, donde se encontraba ella. Él consiguió una
bicicleta prestada y nos marchamos apenas oscureció, contraviniendo los
alegatos de mi madre, que me aconsejaba que no anduviera de noche por esos
caminos, donde se presentaban tantos peligros. Me dijo: te puedes encontrar con un animal hambriento, llámese tigre, león o
cunaguaro. Pero nada de esto sirvió, emprendimos la marcha a la caída de la
tarde, rumbo a la fiesta. Llegamos pasada las ocho y como era de esperar, me
topé con mi amada muchacha. Hubo baile, bebidas y comida, en fin, mucha
diversión; pero a las once de la noche la gente empezó a recoger sus muchachos
y burros para volver a sus casas, quedándonos Pedro y yo casi solos en el paradero.
A mí me habían dicho que la fiesta duraría hasta el amanecer, pero no sucedió
así.
Salimos del vecindario a eso de las doce bajo
una luna plateada que nos acompañaba por la carretera solitaria. Una hora más
tarde nos acercábamos al pueblo; sólo había un inconveniente: teníamos que
pasar por el frente del cementerio y ya en el pueblo habían apagado la planta
eléctrica. Recuerdo que Pedro me dio chimó y comió él para espantar el miedo y
los malos espíritus Apenas empezamos a acercarnos al cementerio, apareció entre
las tumbas una luz grande, muy brillante, o mejor dicho una ‘bola de fuego’ que
se nos acercaba por encima de los grandes samanes. Corrimos a toda velocidad. Cuando
logramos pasar miré atrás y vi a mi amigo que me seguía encendido en llamas,
que chispeaban a los lados.
Llegamos al pueblo casi asombrados. “Yo casi
tumbé la puerta de la casa para que me abrieran. Mi madre se levantó y entonces
yo le conté lo que nos acababa de suceder. Ella dijo: “Yo le supliqué a usted que
no fuera a esa fiesta; que no es bueno de andar de noche, sin saber qué hay
entre las sombras. ¡Bien hecho lo que le acaba de suceder!”.
Después de mis innumerables lecturas sobre
estos fenómenos de apariciones nocturnas, llegué a saber que existen del otro
lado del ‘velo’ Maestros y Seres Espirituales que siempre nos están vigilando,
y se nos aparecen o presentan en distintas formas, ya sea en platillos voladores
o convertido en una bola de fuego.
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A mis lectores del
mundo les recomiendo la página Web de “La Fundación Mundial para las Ciencias
Naturales”: www.naturalscience.org.es
Y como un regalo muy
especial los remito a Una Brújula Moral para el Viaje de la Vida; también en mi
segundo Blog: sabiduriamaestra.blogspot.com
Val, 13-08-2017
Zordy Rivero
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