domingo, 13 de agosto de 2017

CRÓNICAS

Mensajeros que nos Visitan

Contaba yo con unos once años cuando me enamoré de una jovencita que estudiaba en mi misma escuela, cuya familia vivía en la calle Banco Alto de mi pueblo Arismendi. En esos días tenía una bicicleta que me servía para hacer los mandados de la casa. En las vacaciones la chica de mis ojos iba con mucha frecuencia a visitar a sus abuelos en el campo y eso era una situación casi intolerable para un joven enamorado. De modo que me las arreglé para convencer a mi amigo Pedro Rodríguez para que me acompañara a una fiesta en la zona de ‘Cobijita’, donde se encontraba ella. Él consiguió una bicicleta prestada y nos marchamos apenas oscureció, contraviniendo los alegatos de mi madre, que me aconsejaba que no anduviera de noche por esos caminos, donde se presentaban tantos peligros. Me dijo: te puedes encontrar con un animal hambriento, llámese tigre, león o cunaguaro. Pero nada de esto sirvió, emprendimos la marcha a la caída de la tarde, rumbo a la fiesta. Llegamos pasada las ocho y como era de esperar, me topé con mi amada muchacha. Hubo baile, bebidas y comida, en fin, mucha diversión; pero a las once de la noche la gente empezó a recoger sus muchachos y burros para volver a sus casas, quedándonos Pedro y yo casi solos en el paradero. A mí me habían dicho que la fiesta duraría hasta el amanecer, pero no sucedió así.

Salimos del vecindario a eso de las doce bajo una luna plateada que nos acompañaba por la carretera solitaria. Una hora más tarde nos acercábamos al pueblo; sólo había un inconveniente: teníamos que pasar por el frente del cementerio y ya en el pueblo habían apagado la planta eléctrica. Recuerdo que Pedro me dio chimó y comió él para espantar el miedo y los malos espíritus Apenas empezamos a acercarnos al cementerio, apareció entre las tumbas una luz grande, muy brillante, o mejor dicho una ‘bola de fuego’ que se nos acercaba por encima de los grandes samanes. Corrimos a toda velocidad. Cuando logramos pasar miré atrás y vi a mi amigo que me seguía encendido en llamas, que chispeaban a los lados.

Llegamos al pueblo casi asombrados. “Yo casi tumbé la puerta de la casa para que me abrieran. Mi madre se levantó y entonces yo le conté lo que nos acababa de suceder. Ella dijo: “Yo le supliqué a usted que no fuera a esa fiesta; que no es bueno de andar de noche, sin saber qué hay entre las sombras. ¡Bien hecho lo que le acaba de suceder!”.

Después de mis innumerables lecturas sobre estos fenómenos de apariciones nocturnas, llegué a saber que existen del otro lado del ‘velo’ Maestros y Seres Espirituales que siempre nos están vigilando, y se nos aparecen o presentan en distintas formas, ya sea en platillos voladores o convertido en una bola de fuego.

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En mi edad adulta, en una ocasión, le pregunté a mi madre de la vez en que casi me asombró la ‘bola de fuego’. Ella me dijo: “Yo sólo le pedí a la virgen de la Coromoto que te diera un buen susto para que dejaras la maña de andar por esos caminos solitarios. Entonces cuando tú llegaste asustado y tembloroso, yo le encendí una vela que le había ofrecido a la virgen, agradeciéndole por el favor realizado”. También tengo información de la presencia de estos Seres especiales que acuden o visitan familias en zonas apartadas, en las serranías, donde viven niños muy evolucionados espiritualmente. Ellos tratan de ayudar a los padres en la educación de sus hijos.
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A mis lectores del mundo les recomiendo la página Web de “La Fundación Mundial para las Ciencias Naturales”: www.naturalscience.org.es
Y como un regalo muy especial los remito a Una Brújula Moral para el Viaje de la Vida; también en mi segundo Blog: sabiduriamaestra.blogspot.com

Val, 13-08-2017
Zordy Rivero

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