El Verdugo Domado
Se cuenta que en una comunidad campesina vivía
un hombre a quien apodaban El Verdugo,
maltrataba a su mujer rudamente al menos una vez a la semana. A ella, que era
sumisa y trabajadora, la llamaban La Berenjena,
porque nunca le faltaba un moretón, ya fuera en el rostro, en las piernas o los
brazos. Sus vecinas y amigas la habían instado a que lo denunciara a la
policía, pero ella decía que el marido era amigo de los agentes del gobierno;
además sentía temor de que el inconsciente de su marido se molestara y la
agrediera aún más, o terminara con su vida.
Una mañana que había amanecido adolorida por
la golpiza del día anterior, la mujer se arrodilló en el centro de su cuarto y
elevando los ojos al cielo le pidió a Dios que la ayudara, que le diera una
pista de lo que debía hacer. En la noche tuvo un sueño revelador. Soñó que Dios
le hablaba y le decía que abandonara su casa de inmediato, ahora que todavía
estaba a tiempo. Por la mañana al salir el hombre para el trabajo la mujer se
marchó sin decir a donde iba.
Por la tarde, al llegar El Verdugo a casa, y enterarse de la partida de su mujer, lanzó un
saltar de improperios y maldiciones, prometiéndose encontrarla y darle su
merecido. Pero jamás dio con ella; fue como si la tierra se la hubiese tragado.
Dos años después de vivir en la más completa
soledad, el hombre se arrodilló en el cuarto; le pidió perdón a Dios por las
transgresiones de su ley de amor, y le suplicó que le pusiera en su camino una
mujer, porque la soledad en que vivía se le hacía insoportable.
Dios que se encontraba con sus Servidores más
cercanos, dijo: Déjame pensarlo a ver como arreglamos esta situación. Uno de
estos Seres de Luz dijo:
- ¡Sépaselo mi Dios, que este hombre que pide
ayuda, a quien llaman El Verdugo no les gustan las mujeres buenas! Recuerde que usted le dio una que era un pozo
de dulzura y amor, pero él no pudo jamás retribuirle ese amor.
-Está bien que me lo hayas recordado -dijo
Dios-. Le pondremos en su camino a una mujer que está pidiendo un marido y que
llaman La Mapanare.
Estas dos personas similares en carácter se
conocieron, se enamoraron y casaron. La noche de la boda la mujer le dio una
golpiza al Verdugo porque había visto más de lo necesario a otra mujer que no
le quitaba la vista. Desde ese día La Mapanare no tuvo piedad del Verdugo, que,
a los pocos días, acongojado, le suplicaba a Dios que le quitara ese demonio de
su vida.
Dios le respondió una noche: Si no aprendes a convivir con tu prójimo por
las buenas, aprenderás entonces en la soledad y a veces, por las malas; pero
que conste, que tú pediste una nueva compañera, y se te concedió. Lo que debes
aprender ahora lo aprenderás con ella y sólo con ella.
Val, 06-01-2017
Zordy Rivero
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