jueves, 22 de octubre de 2015

MIS EXPERIENCIAS EN LA MEDICINA V

Nunca he podido olvidar aquel día en que ingresó al Ambulatorio de Arismendi una madre con su hija muerta en el regazo. A pesar que de eso hace unos quince años, todavía recuerdo todos los detalles del momento. La familia venía de la zona río Guanare arriba, en un fuera de borda, y aun así dejaron carbonizar a su hija de dos años, quizás por ignorancia, por miedo o por falta de fe en Dios. Sólo tenían que detener la embarcación en una orilla y bañar a la pequeña unos diez minutos para bajarle la fiebre. En ese instante recordé lo que nos dijo el doctor Nicolás Campero, uno de mis profesores y el mejor pediatra que ejercía en San Carlos el pasado siglo: Al único que le hace daño el agua es al que se ahoga. El 75% del cuerpo del niño está compuesto de agua, entonces, es difícil pensar que el agua haga daño a lo que está hecho de agua.

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Pero ese temor de bañar a los niños con fiebre es debido a que hubo ocasiones en que al meter al paciente en la bañera comenzaba a convulsionar, sin entender que llegaba tarde a los brazos de su salvador, el agua. De hecho, cuando no existen medicamentos anticonvulsivantes, el agua es la mejor alternativa para evitar más daños de los necesarios.
Un día apareció una madre con un niño de unos tres años con fiebre alta. Ella para aplacar el llanto del hijo le dio una chupeta. Yo de inmediato di la orden de bañarlo y quitarle el caramelo. Después le expliqué a la madre que el azúcar refinado empeoraba la situación, ya que las bacterias y virus utilizaban el azúcar para reproducirse o multiplicarse por millones, empeorarando el cuadro clínico del paciente. Creo que ya dije en otra ocasión que la fiebre alta es un indicativo de que la curación ha empezado.


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Continuaré hablando del pecado, pero no del pecador, como dice el viejo refrán. En Arismendi existe el caso de una niña con plomo en la sangre, detectado por un laboratorio de toxicología. El plomo produce una enfermedad llamada Saturnismo, y es causado por el contacto con la gasolina, pinturas y agua potable. No desestimo esta última causa porque en el siglo pasado yo mismo presencié que las junturas de las tuberías subterráneas eran soldadas con plomo derretido. Supongo que esas tuberías viejas han estado impregnando el agua con ese plomo que inocentemente se usó hace más de cincuenta años. Recomendaría a la población realizarse una prueba de plomo en la sangre para descartar nuevos casos.




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Les recomiendo a mis amigos del mundo visitar la página Web de “La Fundación Mundial para las Ciencias Naturales”: www.naturalscience.org/es
Mi segundo Blog: cronicasdearismendi.blogspot.com
Y como un regalo especial los remito al artículo: “Una Brújula Moral para el Viaje de la Vida”.

Arismendi, 22-10-2015
Zordy Rivero,  Cronista

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