La información que deseo compartir con ustedes la leí en un
libro de medicina Naturista. De las muchas cosas que relataba el pequeño texto,
una parte se me quedó grabada en mi memoria y ha sido de mucha utilidad para
mis pacientes y amigos que buscan un consejo en charlas ocasionales. Con los
años y la práctica he ido modificando ésta fórmula, y en verdad ha resultado
una cura milagrosa. El libro decía que las personas que padecían de tuberculosis podía curarse con tan sólo
tomarse un dientito de ajo todos los días. Sabemos que el ajo aumenta las
defensas orgánicas y quienes lo consumen con cierta regularidad, enferman muy
poco, y difícilmente sufren de tensión alta.
Yo les explicaba a los pacientes de tuberculosis que cumplía
su tratamiento indicado por Sanidad, que cada noche a la hora de acostarse
trituraran un ajo, y lo dejara en la boca toda la noche, de modo que el aire
que entrara en los pulmones iría impregnado con desagradable olor. Todas las
personas que cumplieron de esta manera su tratamiento, sanaron de tan terrible
enfermedad, y para siempre, sin recidivas. Ahora deduzco que a este poderoso
bacilo de la TBC no le agrada el olor del ajo.
También instaba a estos pacientes a que hicieran ejercicios
respiratorios dos veces al día. No sé dónde leí un texto que decía que la
mayoría de las bacterias dañinas que viven en nuestro cuerpo, o nos visitan de
vez en cuando, no pueden sobrevivir en una sangre muy saturada de oxígeno. De
modo que la unión de estas dos recetas es un buen comienzo para los enfermos de
los pulmones y para los que no quisieran enfermar.
*
Conocí a un viejo filósofo en Ciudad Bolivia-Pedraza, del
estado Barinas, que se compró ocho pares de zapatos de muy buena calidad cuando
cumplió los sesenta años. Pero en los días que trabábamos amistad ya había
cumplido los ochenta. Cuando le pregunté la manera de cómo había llegado a esa
edad lleno de vitalidad y entusiasmo, me lo explicó: Se trata de la mente, de un condicionamiento mental. Cuando yo me
compré los ocho pares de zapatos convencí a mi mente subconsciente de que debía
vivir suficientes años para poderlos usar. Hace veinte años que los uso y todavía
mantienen buena vitola. Pero qué hubiese sucedido si en vez de ocho me compro
cuarenta pares. Lo más probables es que mi mente no se lo hubiese creído. Ella
misma hubiera sacado sus propios cálculos: Vivir 110 años es un poco difícil y
no creíble. Pongamos otro ejemplo: Una persona se compra 500 hectáreas a los 60
años con la intención de trabajarlas. El caso es que se encuentra solo y tiene
poco apoyo de la familia. La mente lo tratará de convencer que es un imposible,
y que nunca logrará su cometido. Lo más probable es que termine frustrado y
abatido por las circunstancias. Todo habría sido diferente si se hubiese
propuesto trabajar diez hectáreas. Al
menos es más convincente.
*
Le conté a mi amigo de Pedraza que en mi pueblo conocí a una
señora de sesenta años, que solamente le pedía a Dios ver a su último hijo
hecho un profesional. Cinco años después el joven se titulaba en Derecho y un
mes después del acto de graduación la señora moría en la soledad de su
dormitorio. Ya no tenía sentido seguir viviendo, pues se había cumplido su
último deseo. Su petición se había cumplido a cabalidad. También leí en un
libro hace muchos años que un joven deseaba poseer un millón de bolívares para
invertirlos en un negocio. Su deseo era tan poderoso que sólo pensaba en eso.
Al poco tiempo murió un tío en una ciudad vecina. El joven acudió al sepelio y
su sorpresa fue grande cuando la viuda le hizo entrega de un sobre contentivo
de un millón de bolívares dejado por el tío. ¿Quién dice que de alguna manera
el joven no mató a su querido tío?
Arismendi, 06-08-2015
Zordy Rivero, Cronista
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