INVESTIGACIONES DE UN SABIO
En su juventud
el sabio de Guadarí incursionó en el mundo de las drogas denominadas lícitas,
pero tan peligrosas como las ilícitas. Fumó cigarrillos y tabaco; ingirió licor
y mascó chimó. En la medida en que las fue conociendo, empezó a apartarse de
las mismas. Un reciente opúsculo publicado sobre el peligro del chimó, dejó
sorprendido a extraños y conocidos. Trataré de hacer un resumen de la pequeña
obra, pero el que desee conocer la investigación en su totalidad puede buscarla
en la internet.
“El chimó
empieza a ejercer sus efectos deletéreos en el organismo humano en el mismo
instante en que se fija a la dentadura. La goma negra que se extrae con el dedo
de una cajeta, por lo general contaminada con huevos de parásitos y bacterias
que viven debajo de las uñas, pasa sin obstáculos al tubo digestivo, sin
mencionar los que salen del baño sin lavarse las manos. Este simple hecho me
llevó a conocer que todos los mascadores tienen parasitosis intestinal masiva.
“En el momento
en que se siente el mareo, nos indica que ya la droga se encuentra en la
sangre, ejerciendo un control cerebral, distorsionando, o inhibiendo la
información que de él sale o entra para ser procesada. Se deduce por tanto que
los consumidores adictos pueden alcanzar una inteligencia casi vacuna, es
decir, poco creativa. De manera que la mediocridad en el arte, la política y la
vida en general se hace evidente.
“La droga
acelera más de lo normal los latidos del corazón, en un promedio superior a
quince latidos o más por minuto. Sumándole años a una taquicardia moderada,
estamos hablando al menos de quince a diecinueve años de vida perdida por un
mascador crónico. A partir de ahora, cuando sepan de un difunto, que en vida
fue adicto al chimó, pregunten cuantos años mascó regularmente, y entonces
sabrán cuantos años de vida le arrebató la droga.
“En mis estudios
en mascadores, realizado durante varios años, llegué a comprobar que a la edad
de los sesenta años, todo mascador crónico es un impotente absoluto y sin
remedio. Pero donde sí hace verdaderamente estragos esta mezcla enajenadora es
en los niños y jóvenes, impidiéndoles realizar estudios que implican un
esfuerzo intelectual, pues se ha demostrado que el cerebro, bajo el efecto de
la goma negra inhibe la creatividad y las ideas originales.
“La mayoría de
los adictos presentan cierto grado de desnutrición, pues la misma inhibe el
apetito. Cuando la persona se arrima a la mesa a comer, por lo general no tiene
hambre y por tanto come muy poco. Y por último, la cantidad exagerada de saliva
que se escupe, deja de bloquear el exceso de acidez del estómago, propiciando
la gastritis y úlcera gastroduodenal. Y no vamos a hablar de los demás órganos
de la economía, que suman otros elementos generadores de enfermedad y mal
vivir”.
II
El libro “El
Chimó, Una Droga De La Muerte” le costó al sabio muchas burlas y desaires.
Todas venían de gente que estaba muy ligada a la fabricación y comercialización
del producto. Incluso, hubo un degenerado que quiso patentar una marca de chimó
con el nombre de don Tulio. Como lo oyen y no exagero. El chimó se iba a llamar
Chimó don Tulio. Afortunadamente el sabio fue enterado por un amigo y tuvo
tiempo de parar el registro, amenazando con una demanda si usaban su nombre
para una droga tan detestable. A raíz de aquel suceso la gente se organizó para
combatir el negro vicio de la muerte. La esperanza es que para el año 2030 no
haya consumidores de chimó en el país.
Domingo, 10-05-2020
Zordy Rivero, Cronista
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