sábado, 6 de julio de 2019

HUMOR Y VIDA V


Cierta vez llegué a conocer en una fiesta, a un popular Alcalde de una de las ciudades más importantes del País. Cuando tuve la ocasión le pregunté sobre el secreto de la excelente seguridad que imperaba en su municipio, del  cual se hablaba incluso fuera de las fronteras del Estado

—Muy sencillo: engañando al pueblo… Bueno, en sí no es un engaño; sólo trucos para agarrar desprevenidos. En varios lugares estratégicos colocamos patrullas de la policía que son cuidadas por trabajadores de la Alcaldía. Cuando aparecen los merodeadores nocturnos siempre surge una persona de una de las casas, dándole vuelta a la patrulla. Por supuesto que va vestido de policía y acompañado de su respectiva pistola, que es de juguete, pero pasa por parecerse real. Luego de hacer el recorrido el policía instala en la patrulla un maniquí en el asiento del volante y se retira a dormir. Hasta ahora los delincuentes se lo han creído. Le relato esto a usted porque sé que es escritor y no pertenece a esta ciudad. Espero que me guarde el secreto.

—¡Vaya, me ha dejado usted sorprendido!

—En otra visita le seguiré contando de otras situaciones que he creado y que funcionan muy bien.

—Y ¿por qué no ahorita?

—Sólo le diré que con cierta frecuencia me le aparezco a los trabajadores que laboran en las calles y me incorporo a trabajar con ellos, y va a creer usted que todavía no han llegado a identificarme. Claro, el descuido de mi indumentaria de obrero impide que me reconozcan, además, mi afán por trabajar es muy sincero.



*

La escasez de gasolina ha contribuido a agravar la crisis del país, de por sí intolerable. Una mañana a eso de las siete, en una bomba, se notaba una cola de carros que se prolongaba por varios metros. Un hombre de unos sesenta años se estacionó frente a la puerta de entrada; varios hombres que vieron la maniobra del abusador se le acercaron, rodeándolo.

—Ciudadano, haga el favor de retirar su carro de la puerta. Nosotros hemos pasado toda la noche haciendo la cola para que venga usted a ponerse de primero.

—Pero señor…

—Que no se hable más del asunto. ¡Retírese!

El conductor se dirigió hacia el final de la cola. Pasadas las siete empezaron a llegar los trabajadores, quienes esperaban a un lado de la puerta. A las ocho de la mañana uno de los obreros logró ver al gerente en la cola. Este argumentó que no lo habían dejado entrar a su lugar de trabajo. Él quería explicarle que si no lo dejaban entrar la gasolina no se iba a distribuir, pero unos señores radicales no lo dejaron hablar.


*
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Mi segundo Blog: cronicasdearismendi.blogspot.com
Y como un regalo especial los remito al artículo: “Una Brújula Moral para el Viaje de la Vida”.

Viernes, 05-07-2019
Zordy Rivero, Cronista

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