Apuesta
Tendría
yo diez años cuando presencié la apuesta de un bolívar en el fundo El Gadín. Habíamos almorzado cuando
apareció Pedro Puerta, un hombre de la comunidad que vivía con la madre
enferma, y que siempre andaba hambriento. Pidió comida a don Rafael Rodríguez,
el dueño del fundo.
-Comida
no hay, Pedro. Me temo que usted llegó tarde. Sólo tengo unos topochos maduros.
-Entonces
deme topochos. Esos también quitan el hambre.
-Hagamos
una apuesta, Pedro -dijo don Rafael-. Si tú te comes dos docenas de topochos te
ganas un bolívar, sino, gano yo.
-Estoy
de acuerdo, pero sin trampas -replicó Pedro.
Yo
me encargué de entregarle los veinticuatro topochos, que uno tras otro los fue
desapareciendo Pedro dentro de su figura esquelética. Le agregué uno de ñapa
que también se comió.
-Deme
mi bolívar porque me voy -dijo levantándose de un taburete.
-¡Calma
amigo! -dijo don Rafael-. Acabas de ganar la apuesta de un bolívar y yo pagaré.
Pero antes, tú me pagarás el bolívar de topocho que te comiste. Todo tiene un
precio, Pedro.
-Eso
es trampa. Si no me da el bolívar yo me lo como a usted vivo ahora mismo -dijo
el hombre en tono resuelto.
-¡No
es para tanto Pedro, aquí tienes tu bolívar!
-dijo don Rafael riendo y celebrando la salida del hambriento.
Arismendi, 01-06-2011
Zordy Rivero
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