Mis Experiencias con la Naturaleza
Hace muchos años en mi casa de Arismendi tuvimos un patio lleno árboles muy hermosos y robustos: Mamones, tamarindos, uveros, naranjos, limones, limoncillos y varios olivos. Un día uno de estos últimos empezó a marchitarse, lo revisé y en la pata encontré un hongo blanco muy grande; de inmediato lo desprendí, raspándolo con un cuchillo, pero a los pocos días volvió a aparecer con más ímpetu. Mirando que el árbol seguía su curso hacia la muerte, y sin poder hacer nada, le comenté a un agricultor amigo sobre la enfermedad de mi olivo. Me dijo:
“Cúbrale la pata con hojas de Nin y encima le echa tierra y agua”.
Le
agradecí a mi amigo el consejo; ese mismo día hice lo que me había indicado, y
un mes más tarde el hongo había muerto. Mi alegría fue inmensa al ver el olivo
reverdeciendo de nuevo, dándonos sombra en abundancia… como una muestra de agradecimiento.
Desde esa época empecé a interesarme seriamente por la Naturaleza y sus habitantes.
Antes de ver el patio convertido en
un desierto pedí a la Inteligencia Suprema que me ayudara a resolver tamaño
problema. A los pocos días surgió una idea en mi mente que me pareció excelente
y que después sería salvadora, prodigiosa. En la vecindad busqué nidos de
hormigas coloradas, de las bravas, las metí en un balde grande, las llevé a
casa y las esparcí en la pata del mango. Supongo que estas hormigas agresivas
reclamaron ese territorio para ellas, porque diez años más tarde el mango ya
nos ha dado unas cuatro cargas de mangos en abundancia sin igual.
Cerca de un árbol de peritas y un
mango hilacho sembré una mata de Nin. Su raíz amaga se entrelaza con la de los otros,
evitando que las terminas la ataquen sin piedad. Las terminas han prosperado,
pero sin afectar los árboles frutales.
Zordy Rivero, Cronista Oficial
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